TEtl 2 de julio se produjo un hecho audiovisual histórico: la retransmisión simultánea de cinco conciertos para todo el mundo, cien artistas, un millón de espectadores, dos mil millones de telespectadores y un único objetivo: mandar un mensaje a los presidentes de los ocho países más poderosos del mundo; un mensaje tan sencillo como para hacerles entender que si existe pobreza en la tierra, si treinta mil niños y niñas mueren de hambre diariamente en el mundo, es porque ellos lo permiten. Evidentemente hay algo más. Algo no funciona bien en nuestro sistema democrático y capitalista si el destino de esos niños, de esas 30.000 personas, está en manos de una reunión de 8 personas por muy presidentes que sean. Nadie dijo nada de las guerras, ni de las decenas de calamidades que el mundo occidental permite. Y no se dijeron muchas cosas --nuestra televisión pública patéticamente se dedicó a ensalzar más el acto musical que el verdadero motivo del evento-- porque está claro que en este asunto todos y todas tenemos algo que decir y, sobre todo, que hacer. Nuestra occidental hipocresía debe tener un límite y, tal vez, éste sea un buen momento, gracias a tan global acontecimiento, para reconocerlo e ir pensando en hacer algo.

*Sociólogo