El presidente del Partido Popular y jefe de la oposición, José Antonio Monago, perdió ayer una buena oportunidad de presentarse ante los extremeños como alternativa de gobierno. Hizo Monago un discurso de réplica al del presidente de la Junta apocalíptico, pintando una Extremadura de comedores sociales abarrotados, de familias enteras sin recursos al borde de la exclusión social, de prácticas económicas propias del tiempo del racionamiento ("en los mercadillos la fruta ya no se compra por kilos, sino por piezas", dijo), como si la realidad extremeña estuviera al borde del abismo y los extremeños a punto del estallido. Fue Monago más crítico de lo que solo días antes ha sido Cáritas, que en comparecencias de prensa en varias ciudades de la región ha ido dando cuenta de las crecientes dificultades por las que pasan muchos extremeños y de sus crecientes dificultades para atender a todos los que demandan ayuda pero, a diferencia de lo que llevó el jefe de la oposición a la tribuna de la Asamblea, la organización solidaria no ha transmitido la imagen de que en Extremadura está teniendo lugar un cataclismo de efectos devastadores en miles de ciudadanos, como de ´crack del 29´, pudiendo hacerlo si fuera real, puesto que pocas instituciones están en condiciones de hablar de las consecuencias sociales de la crisis con más conocimiento de causa que Cáritas.

La oposición tiene que ser crítica, es obvio e imprescindible. Y tiene que resaltar los aspectos negativos de la gestión del Gobierno sin importar la aspereza del tono, pero debe hacerlo con un discurso que denote que en ningún momento ha perdido el hilo de la realidad. Ayer Monago transmitió la idea de que la gestión de la Junta de Extremadura ante la crítica situación económica que vive nuestro país es tan de todo punto rechazable que no podía perder la oportunidad de avisar a los extremeños de que abandonaran toda esperanza en la recuperación si no se ponía fin a esa gestión a la primera oportunidad que hubiera, es decir, el próximo mes de mayo. Una idea que, luego, no se correspondería con los acuerdos alcanzados por unanimidad en asuntos importantes.

Monago dejó entrever con demasiada claridad la carpintería de su discurso, que pareció construido al dictado de los diseñadores de las estrategias políticas y no al dictado de la política propiamente dicha. Así, estuvo empeñado en remachar la idea de que Vara está uncido a Zapatero (mencionó al presidente del Gobierno más de una decena de veces), quizás tratando de que los que lo vieran a través de la pantalla del televisor asimilaran la idea de que si Zapatero está amortizado también debe estarlo el presidente extremeño, que debe correr la misma suerte que aquél. Ello le impidió hacer propuestas, extenderse en el terreno de los programas, de las ideas para Extremadura, que es lo que los ciudadanos necesitan ver --salvo los convencidos de antemano, pero con esos no se alcanzan mayorías-- en quien encarna la alternativa si deciden prescindir de quien gobierna. Si se lo planteó como su primer discurso electoral, José Antonio Monago perdió la oportunidad de demostrar a sus eventuales votantes que es algo más que un jefe de la oposición que cumple disciplinadamente con la ortodoxia del cargo.