Se quejan los sindicatos y muchos docentes de que la Consejería de Educación haya decidido convocar oposiciones para educación secundaria durante este año. El motivo fundamental es que, como este año ninguna otra comunidad limítrofe las celebra, se producirá un «efecto llamada» que mermará las posibilidades de los opositores extremeños. Argumentan, también, que no es «justo» que la mayoría de las comunidades haga coincidir la fecha de sus oposiciones (para que no vengan intrusos de fuera), y que Extremadura no haga lo mismo, obligando así a la competencia con los foráneos.

No me parece que esta reivindicación de los sindicatos sea ni justa ni razonable. Es solo interesada. Lo cual no es reprochable. Los sindicatos defienden intereses corporativos. Aunque me molesta que no sean claros y que les dé por emplear términos como «justo» para defender lo que es solo «conveniente» (y solo en cierto sentido) para sus afiliados.

No considero justo ni razonable que se exija menos competitividad o ratio por plaza. Cuantos más aspirantes vengan a opositar, mejores serán los que acaben finalmente seleccionados. Quién defienda el bien común, y el interés de la educación en general, no puede estar en contra de algo que mejora la calidad educativa como es la talla profesional de los docentes. Encontrar un buen profesor (como un buen médico o un buen lo que sea) no es siempre fácil. Y los buenos profesores -como todos sabemos- son la piedra angular de un buen sistema educativo.

Nadie duda, por supuesto, de la profesionalidad de los docentes extremeños (quien no vea la necesidad de decir esta obviedad es que no conoce la susceptibilidad del gremio) pero, a veces, ciertos intereses materiales o estrictamente personales (muy comprensibles y respetables) nos ciegan para lo que debe, aquí, importarnos. Primero están la capacidad y el talento para ocupar una plaza (de por vida) en el ejercicio de algo tan complejo e importante como educar a los futuros ciudadanos. Y después todo lo demás. Que los docentes extremeños opositen con menos competencia, de forma que se les facilite trabajar en Extremadura, redunda positivamente en sus posibilidades de encontrar empleo estable, en su comodidad y en su arraigo personal, pero no en la calidad de la enseñanza, que es siempre lo primero que debe importar a la Consejería de Educación.

Desde mucho antes que eclosionaran las nuevas tecnologías de la comunicación, las autovías y los vuelos baratos, maestros y profesores han opositado y trabajado en cualquier lugar de la península. Esto garantizaba, en gran medida, una justa competencia entre todos los que demostraran capacidad (vinieran de donde vinieran), y hasta contribuía a una mejor articulación de este país, tan variopinto como, a veces, invertebrado. Y no pasaba nada. Algunos se instalaban en otros lugares, y otros acababan, tras unos años, volviendo al terruño.

Ahora esto parece casi impensable. La mayoría de las comunidades hace todo lo posible por constreñir la llegada de los otros, de los que «no son de aquí», poniendo mil obstáculos, desde la exigencia de dominar la lengua vernácula a la torpe política de hacer coincidir las fechas de los procesos selectivos. Este juego endogámico y clientelar entre administraciones, sindicatos y docentes solo sirve para satisfacer intereses (empleo, votos) que nada tienen que ver con la calidad y los fines de la educación. Una Administración justa ha de limitar o eliminar esos malos hábitos. Y si solo lo hacen unas pocas (entre ellas la nuestra), hay que exigirles lo mismo a las demás, para evitar agravios comparativos. Mientras tanto, lo justo no es hacer lo injusto porque todos los demás lo hagan. Sino hacer lo que es debido, por el bien de todos, especialmente de la parte de la comunidad educativa (alumnos, padres...) que no está sindicada.

Piensen, además, que si las oposiciones son este año, esto permitirá que los opositores extremeños tengan otra oportunidad, un año después, en otros lugares de la península. Y aunque «no sean de allí», podrán enseñar, igual o mejor, que «ser de aquí» o «ser de allá» no tiene nada que ver con ser un buen profesor.

*Profesor de Filosofía.