Entre una organización gubernamental y una organización no gubernamental, prefiero la gubernamental, si el gobierno procede de un sistema democrático. ¿Por qué? Porque los gobiernos democráticos mantienen protocolos de control administrativo, donde es posible el chanchullo, por supuesto, pero de eficacia contrastada. Puede salir un agregado de embajada que meta mano en la caja o un funcionario corrupto, pero en primer lugar tiene que discurrir mucho para estafar y, en segundo lugar, si lo sorprenden, nos vamos a enterar.

Hay muchas organización no gubernamentales que llevan a cabo meritorias labores de ayuda social y de amor al prójimo, pero hay otras que, nacidas al calor de las subvenciones, no sabemos muy bien lo que hacen. Es decir, se llaman NO gubernamentales, pero funcionan gracias al dinero que le proporciona el gobierno, o sea, nosotros, que somos los que contribuimos con nuestro dinero a que el Gobierno disponga de él.

Asomarse a la lista de organizaciones No gubernamentales, que viven de la teta del dinero de los contribuyentes produce vértigo. Y el control de gasto que los gobiernos ejercen sobre estas asociaciones es prácticamente nulo. Grupos politizados disfrazados de asociación, petulantes personajes de la sociedad necesitados de eco social, incluso algún que otro sinvergüenza, forman una patulea sospechosa que, además, entorpece la labor de las honradas y eficaces.

Por supuesto, es necesario controlar el dinero, se entregue a una organización que presume de no gubernamental o a un fervoroso patriota. Ahora bien, si esas organizaciones No honestas contratan un banquete, un taxi o un avión, tampoco es cosa de meter en la cárcel a los camareros, el taxista, el piloto y las azafatas. En el caso del Chad, y comprobada la inocencia, vamos a ver si ser ciudadano español tiene alguna garantía.