WEw l apoyo decidido dispensado el martes por el primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, a la pacificación del País Vasco coincide con la difusión de un informe de la Comisión Independiente de Control que confirma que el IRA ha renunciado definitivamente al terrorismo y ha emprendido de forma irreversible la vía política.

La insistencia del universo conservador en desacreditar la vía abierta por Rodríguez Zapatero, a despecho de las dificultades que plantea, casa mal con los resultados obtenidos en el Ulster mediante la negociación, la paciencia, el desprestigio de los irreductibles y la unidad de las fuerzas democráticas, incluida la oposición. Es lo que Blair ha resumido con las palabras "creatividad" e "imaginación", a las que debió añadir "realismo".

Lleva parte de razón el PP cuando subraya que no cabe comparar el Ulster con Euskadi --no hay dos situaciones históricas iguales--, pero las coincidencias entre ambos conflictos son las suficientes como para considerar la experiencia irlandesa un precedente inspirador.

En última instancia, los vaivenes y el tiempo transcurrido desde que el Gobierno británico y el IRA hablaron por primera vez confirman que el proceso estuvo cuajado de vicisitudes, las mismas que se prevén en Euskadi, pero no cundieron ni la crítica desabrida y ni el sectarismo, salvo por boca del clérigo Ian Paisley, líder de los radicales protestantes. El PP debiera procurar que, como le sucedió al reverendo, la paz se consolide en el País Vasco a pesar de haber hecho lo imposible para impedirlo. El Ulster da mucho de sí para sacar lecciones.