Andas como loco buscando por el hipermercado unos langostinos tigre que tengan precio de sardina parrocha y sepan a langostas del Caribe. Ya no vives los tiempos de vacas gordas, cuando podías comprar carabineros a precio de caviar.

Te encuentras a un amigo que busca una merluza de pincho de Celeiro. Antonio, que así se llama tu amigo, está dispuesto a pagar el oro y el moro por la merluza; siempre que sea de Celeiro, claro. Te cuenta, con contenido sarcasmo y expresión de cordero degollado, que ha invitado a cenar en Nochebuena a su altísima suegra, a su excelentísimo suegro y a su sabelotodo cuñado acompañado de su exultante esposa -o sea, cuñada de la esposa de Antonio-, y ha de encontrar viandas exclusivísimas para que su mujer cocine excepcionales recetas en horno convencional, cazuela y sartén. Para que luego la cuñada de Antonio no pueda presumir de doctora cum laude en la especialidad gastronómica de Thermomix.

Le dejas en su busca deseándole buena suerte, y tú sigues buscando tus langostinos tigre. Revuelves en los arcones de congelados y ves de todo: langostinos chicos, medianos, grandes, tigre, marfil, vannamei. ¡Qué locura! Pero tú los quieres a precio de sardina parrocha con sabor a langosta del Caribe, y de esos nos los hay. Y buscas y rebuscas, como todo quisqui. Al final cargas con una caja de langostinos criados en Medina de Campo. Langostinos de tierra adentro ¿Quién lo diría? Pero sí, haberlos haylos, y saben a mar salada.

Si tus abuelos levantaran la cabeza, ¿qué dirían? Ellos, que vivían la Nochebuena del pavo guisado al vino blanco, y la sopa de mariscos hervida con tres mejillones, dos almejas, una gamba, y algún chipirón cuarteado -eso sí, criados todos en el mar adentro-. Que ahora, a saber si las almejas vienen de Paris o de las Rías Bajas.

Y a saber de dónde viene Papa Noel. Antes venía de Laponia, ahora seguro que viene de China. Ves al viejo gordo barbudo y canoso colgado de muchos balcones. De los Reyes Magos cada Navidad se habla menos, quizá sea porque son los últimos en llegar a la Fiesta. Tendrían que venir a España en tren AVE en vez de camellos. Claro, que a Extremadura seguirían llegando tarde.