WLwa pérdida de 11 vidas en el incendio de Guadalajara no es sólo una fatalidad. El más trágico de los fuegos forestales de los últimos 15 años en España se debió a imprudencias y errores concretos que se repiten por sistema en estos meses en diferentes puntos de España.

Los primeros culpables, que ésa es la palabra, son los excursionistas. Desoyeron las advertencias de un guía al encender la barbacoa, y ésta, mal apagada, provocó el desastre. Pero asimismo hay responsabilidades que recaen sobre el Gobierno castellano-manchego. Pese a la situación de altísimo riesgo no adoptó medidas restrictivas sobre los bosques, como prohibir solemnemente todo fuego o impedir el acceso de excursionistas, como se hizo en Catalunya. Luego careció de rapidez al combatir unas llamas que el viento cambiante desbocó.

El drama de Guadalajara exige revisar muchas cosas. Endurecer la legislación forestal, entre ellas. Y obliga a reestructurar lo referente a la prevención y el control, que deben funcionar también en

áreas poco atendidas como ésta. No puede ser que España, país seco, cada verano pierda una parte de su patrimonio vegetal, y que, como esta vez, pague el tributo añadido de diversas vidas humanas.