Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

Esta semana prenavideña que finaliza, nos ha venido marcada por el asesinato de un joven guardia civil por ETA en las proximidades de Madrid.

El primer pensamiento, como no puede ni debe ser de otro modo, es de pésame y solidaridad a padres y hermanos. Pero más allá del dolor por un lado y de la constatación por otro de una considerable mejora en la lucha antiterrorista, está el análisis frío, en lo político y lo social de la cuestión terrorista vasca.

Algo tienen desde luego que ver, con el fundamentalismo militante de gran parte del nacionalismo vasco, tanto violento como no violento, que crea un clima de tensión y desesperanza al fijar objetivos desestabilizadores con aires de inmediatez.

Y es cierto que el nacionalismo democrático condena el terrorismo etarra, y que en su inmensa mayoría son sinceros en esta condena, pero es una condena que va dirigida a todos y cada uno de los actos terroristas, pero que huye del análisis de las cosas y evita la condena de las conductas que constituyen el caldo de cultivo del terrorismo.

Y está muy bien que el lehendakari vasco salga a la puerta de su despacho a guardar unos minutos de silencio por el guardia civil asesinado, pero que piense, ¿cuánta leña, echó al fuego terrorista cuando propuso su plan de Estado Asociado? Y los obispos vascos, tienen que recordar igualmente su responsabilidad, que es muy grande, al no querer firmar con el resto de los obispos españoles el documento que condenaba el terrorismo.

Ahora sí condenarán este asesinato concreto, supongo, porque de alguno de ellos y de su espeso fervor nacionalista se puede esperar hasta el silencio.

La condena de los actos terroristas sirve de poco cuando igualmente no se condenan y combaten los climas en los que el terrorismo y los terroristas nacen y se desarrollan.

En esta semana en Copenhague se ha producido un hecho histórico como es la ampliación de la Unión Europea de los quince a los países del Este, y lo lógico es que en la línea de la columna, este artículo hubiera tratado esta cuestión, y sin embargo, estamos hablando de terrorismo etarra, sangre y muertos. Y en conciencia pienso que es obligado hacerlo.

Pues bien, hasta en el tema de la ampliación de la UE, los posicionamientos de los nacionalistas democráticos de los distintos territorios de España han sido muy distintos.

Los nacionalistas vascos fundamentalmente han recordado que los eslovenos son menos numerosos que los vascos y que los checos formaban antes parte de un Estado que se llamaba Checoslovaquia.

Están en su derecho de decirlo, pero poner siempre énfasis en la misma dirección conduce a obsesionar a una sociedad, porque por el otro lado, y ya es lamentable tener que hablar de dos lados, también nos concienciamos los demás, y a cada muerto, más España y más Constitución, y esto no deja de ser también triste, porque España es el lugar de encuentro y comunicación de nuestros pueblos en libertad, y la Constitución el Decálogo que nos lo garantiza.

Los anarquistas a lo largo del siglo XIX y principios del XX, utilizaron en ocasiones el terrorismo como arma política en pos de una utopía inalcanzable.

El objetivo en el fondo era descabellado, aunque la parafernalia tuviese más atractivos. Hoy ya conocemos tanto sus resultados como el juicio de la Historia.

Paremos los desencuentros y caminemos, aunque sea lentamente hacia el encuentro.