A menudo ocurre que lo más normal puede parecer lo más extraño o estrambótico. Quizá sea una consecuencia de los tiempos en que vivimos, tan dados al exceso en todo y al empacho en la visibilización de lo que hacemos. Si el episodio del llamado “hombre pájaro” -ese romántico que se subió a un árbol en Cáceres para colocar un nido y tuvo que ser identificado por la policía- puede ser un buen ejemplo, más aún resulta el espectáculo grotesco que, por momentos, dan nuestros políticos repartiéndose gobiernos municipales por lotes cual subasta de mercado.

No deberíamos extrañarnos, por tanto, de que la ciudadanía se vea mejor reflejada en los buenos ejemplos, por muy soñadores que parezcan, que en la frivolidad de quienes tiran nuestro voto a la basura cuando, como si de un papel de anuncio se tratara, ya no les vale para nada. Asistimos a situaciones que podrían ser dignas de una medalla honorífica por convertirse en buenas rarezas y toleramos otras vergonzantes que degradan el oficio de ser buen político.

Por eso no estaría de más proponer a cualquiera de ellos, da igual del signo que sean, que por un día hagan de “hombre pájaro” y nos sorprendan con actitudes que sirvan para mejorar la sociedad en que vivimos. Es fácil atizarles porque nos lo ponen sencillo, es curioso verse sorprendido cuando alguien lleva a cabo una acción ejemplar, aunque parezca algo estrafalario y propio de un demente. Y si a eso le sumamos el show mediático, ni les cuento.

Les recomiendo que lean la noticia del “hombre pájaro” con detenimiento. Hay más brillo del que parece en esta bonita historia, digna más de Netflix que de una ciudad de provincias. Por todo esto y más, aprendiendo a leer entre líneas podremos crecer o volar como los gorriones del nido que ese personaje no tan estrambótico como imaginamos iba a colocar en un parque cacereño.

* Periodista