Durante el otoño de 2011, gracias a una beca del Ayuntamiento de París, estuve en esa ciudad (la más bella de Europa fuera de España) investigando las relaciones entre españoles y franceses durante la ocupación alemana, reuniendo el material con el que escribiría mi libro La Resistencia franco-española 1936-1950. Una historia compartida. Por entonces era un tema que no interesaba a casi nadie, salvo a los descendientes de los exiliados republicanos que lucharon por la liberación de Francia, pensando que después liberarían a España. Desde el 2014 con el premio Nobel a Patrick Modiano, y la «moda Modiano» subsiguiente y otras circunstancias, las publicaciones se han multiplicado.

Entre las últimas, quiero destacar dos: la primera, Paris under Nazi Occupation 1940-1944, de David Wingeate Pike, historiador británico que, a sus 88 años, sigue en la brecha confirmando su autoridad como uno de los mejores conocedores de la Segunda Guerra Mundial. Pike, que trabajó en los servicios secretos británicos antes de iniciar su carrera universitaria, primero en Stanford y luego en la American University de París, donde sigue empleado, nos ofrece una magnífica síntesis de la vida en la capital francesa bajo la dominación nazi, en la cual queda claro que la inmensa mayoría de franceses se adaptó a la situación: pocos hacían ascos a los marcos alemanes (una de las primeras medidas fue devaluar el franco, y así los soldados de permiso arrasaban con las existencias de las tiendas parisinas) y muchas tampoco a los propios alemanes (en 1943 nacieron 85.000 niños de madre francesa y padre alemán, niños a los que esperaba un futuro complicado). Mientras, en el régimen títere del mariscal Pétain se elogiaba el retorno a la tierra, pues Francia debía ser una nación agrícola, lo cual convenía de maravilla a Alemania. Desde Paris-Soir, el célebre tenista Henri Cochet declaraba su intención de retirarse a una granja donde criar cerdos, enseñando a los lugareños a jugar al tenis en su tiempo libre. El conocimiento exhaustivo de la prensa de época permite a Pike ofrecer siempre el detalle curioso junto al dato que nos traslada a esa época.

París era por entonces residencia para muchos españoles, sobre todo republicanos exiliados, pero también franquistas, estos casi siempre al servicio de Alemania. En Españoles en París 1940-1944, publicado por Fórcola, Fernando Castillo Cáceres traza el planisferio de lo que llama la «constelación literaria durante la Ocupación», situando las galaxias republicana, comunista o catalana. Especial atención dedica al «sol literario de la Ocupación», que no es sino César González-Ruano, famoso periodista del que hoy se tienen más que sospechas que se lucró vendiendo falsos salvoconductos a judíos que querían huir a España y a quienes sus guías ametrallaban en el Pirineo, quedándose sus pertenencias. Como hoy otros traficantes de personas a través del Sahara y el Mediterráneo, aquel vividor que se hacía pasar por marqués, mantenía un gran tren de vida (¡cuatro pisos en París!) gracias a la desesperación de los otros.

La historia del París ocupado nos advierte de cómo las peores tiranías nunca tienen problemas para encontrar a servidores interesados; cómo la mayoría se adapta a cualquier régimen político, y cómo solo unos pocos se mueven por ideales que serán traicionados al día siguiente de la victoria.