A don Luis, cura párroco de Montánchez (Cáceres). Algún raro influjo dimanado sin duda por el Espíritu Santo frenó la impetuosa reforma que este verano y sin demora quería acometer para modificar y cambiar la secular carpintería en una de las puertas del templo sin contemplar lo que anulaba ni los objetivos que conseguía.

Si usted, don Luis, a pulso se ganó un merecido respeto, consideración y agrado, no malgaste tal crédito en aventuras carpinteriles, porque también tendrían razón las beatitudes anteriores para establecer esa higiénica vía de elimina roedores cuando en España no existía otro procedimiento para su lucha.

Insisto en que esa gatera, mofa de racionales y bochorno de beatas, fue la salvaguarda de lo que queda, porque recuérdese que antes no existían campañas de desratización y todo quedaba a la guarda del gato.

Justificadas las razones esenciales, ya sólo queda decir que existen muchos procedimientos para arrreglar los goznes o bisagras de las puertas hasta hacerlas cómodas y puntuales, pero salvando la esencialidad que aún reconocería Jorge Manrique, cuando su padre don Rodrigo le trajera en alguna ocasión por Montánchez adonde periódicamente venía a recoger órdenes y disposiciones que se expedían en esta villa y eran generales en todos los territorios donde campeaba la orden, llegando así a Segura de Jaén donde don Rodrigo era el comendador.