Como toda mi generación, yo me he criado escuchando que Soberano era cosa de hombres, que mi único interés en la vida iba a ser quién lavaba más blanco, y sobre todo asumiendo que era normal que el cuerpo de la mujer fuera un reclamo para vender pienso industrial o maquinaria agrícola.

Peor lo tuvo la generación de mi madre, por supuesto, instruida por Pilar Primo de Rivera sobre cómo ser una buena esposa, a caballo entre la geisha y la esclava, y desde luego muy poco cercana a la idea de igualdad.

Con el tiempo, las cosas han ido cambiando. Poco a poco, y con gran esfuerzo, pero cambiando. Los publicistas siguen metiendo la pata algunas veces, pero ya es difícil que una marca se arriesgue a aumentar sus ventas a costa de perder imagen.

Hay excepciones, claro, carteles que anuncian fiestas con mujeres semidesnudas, o anuncios de coches para mujeres a juego con los bolsos, como si eso fuera lo único que pudiera interesarnos. Y, por supuesto, sigue la locura del mundo de la moda, aunque también menos.

Parece que la gente se ha ido concienciando de que la talla XXS es más bien propia de niñas que de mujeres hechas y derechas, y que presentar modelos al borde de la anorexia es de todo, menos ejemplar y saludable; pero luego llega la periodista Sandra Moreno Quintanilla y me demuestra que la realidad sigue superando a la ficción, y que algunos publicistas no se enteran de nada o son más listos que el hambre, y siguen mostrando a la sociedad lo que un amplio sector todavía quiere ver, o sea, la mujer como reclamo, y punto.

Todo esto viene a cuento del cartel de la revista de la Semana Santa leonesa. La revista se llama Pasión y su portada es la mitad inferior del cuerpo de una mujer vestida con mantilla (se ve un poco), falda por encima de las rodillas, medias negras y altos tacones. Para la editora de la revista, la imagen muestra serenidad y respeto, y la mala interpretación se debe a la ignorancia y las mentes enfermas.

Vale, pero no se podrá negar que la palabra pasión al lado de una mujer vestida así está asociada a una simbología que tiene poco que ver con la ignorancia, y mucho con la costumbre, y que no deja de ser más de lo mismo.

La Pasión leonesa no es esto, pero sigue siendo mucho más fácil para la publicidad mostrar unas piernas de mujer, reclamo seguro, que quebrarse la cabeza para unir lo antiguo y lo moderno, dejando de lado lo casposo (ya puestos, podrían haber elegido una mujer de cuerpo entero, o un conjunto de mujeres de mantilla, y no unas piernas bajo una minifalda).

El error de la portada no está en los ojos de los que miran, sino en la utilización de una imagen equivocada que no representa ni respeto ni modernidad, sino que huele a rancio y naftalina.