El Viernes de Dolores, se representó aquí en Trujillo la Pasión del Señor, en la iglesia de San Francisco. Llovía afuera. La iglesia, con penumbra y olor de iglesia, perfumada de incienso, fría, alta de bóvedas, sonora de ecos, solemne, grave, y madre. Madre la iglesia, maternal, acogedora y fuerte, con la solicitud quieta de una madre.

Como una gallina sagrada, abierta sus alas, amparando a los polluelos, refugiados de la noche y de la lluvia, espectadores de unas estampas latentes, vivas, quietas, gente muy en su papel, representando la Pasión de Cristo. La última cena, el lavatorio de los pies, la escena del Huerto, el beso de Judas, la oreja cortada, la flagelación, Jesús ante Pilatos, Simón con la cruz, la Virgen, los apóstoles, la Crucifixión.

Todo muy bien, con música apropiada, comentarios de las escenas, quietud impresionante, silencio de los espectadores que llenaban la iglesia. Genial, con un sello de sublimidad, como si los actores, quietos, estuvieran tocados de gracia. Enhorabuena a mi hijo Ernesto, inmejorable en su papel de apóstol, a Begoña Murillo, estupenda como María Magdalena, a Pablo, fenomenal en el papel de Jesús, Andrés Martínez, muy propio como Judas, a todos los participantes. Fueron largamente aplaudidos, porque nos emocionaron. De verdad.