Autor teatral

Miré los muros de esta patria mía y se me cayeron los palos del sombrajo. Todo se diluye, todo deja de tener sentido y el alma de esta España se traviste de fulana para entregarse al mejor postor. Y no sólo me refiero a Tamayo y Sáez, que se hicieron una milonga con los votos que les recubrieron de fango y miseria. Estos muros agrietados, ruinosos y famélicos por tanto yerbajo destruyéndolo. Y cada día un azote más, una termita más para acabar con este dolor patrio, que te deja a la intemperie y te niega la paternidad. Lloro por mi casa, como Boabdil, cuando presiento que nuestra esencia nacional está en peligro por la terrible disputa de Kiko y Sonia, por todos los hermanos que, como otra generación del 98, han decidido reinventarse España, en el pago chillón de una cloaca. "Me duele España", decía Unamuno. El viejo vasco exageró, porque un país, estado, o como coño sea, que inventa la picaresca, no puede doler, sino oler. Boris es la encarnación importada del nuevo español, de picha menguante y de pluma creciente, mientras tantas mariquitas de Cádiz aparcan su ingenio, en cuartos oscuros, para infectos vicios. Ni siquiera nos queda el consuelo de los mitos, desde que Sara Montiel pasea su demencia por una patética boda, con un patético sarito, que parece de todo menos cubano. Y servidor, persiguiendo la vida de tres mujeres enterradas en una cuneta, para recuperar su memoria. No tenemos salvación, que estamos tan desbocados como el porshe del Aznarito, a 160 kilómetros por hora, pero eso sí, sin que los aires italianos le trastocasen su hermosa cabellera engominada.

No somos más que una historia de revolcones, toreros y viudas de los mismos, que nos entretienen las siestas a golpe de basuras. Gacetilleras locas, que son el oráculo de un país, al contar los polvos de cualquier matador y una imbécil que piensa que el Olimpo es eso: la mierda de los dos.

Los grandes hermanos, los grandes vividores son los héroes a seguir por una juventud que sólo sueña con un plató de televisión. Tan preocupados estamos con los polvos de la Bermúdez, del fashion de los Beckham, de la entrepierna de la Pantoja, que nos molesta que un puto telediario nos eche en la mesa una remesa de moros ahogados y miserables. ¿A quién coño le importa un moro, cuando los Pajares o los Jesulines pasan por momentos tan delicados y dramáticos? A tu lado, Salsa rosa, Tómbola son los daguerrotipos de esta sociedad desarrollada, emergente y europea. Claro que, si siguen ahí, mierda tras mierda, es porque muchos los vemos. Nos interesa más un diario de Patricia en la sesuda reflexión de por qué quedé embarazada, que los niños muertos por hambre o frío en Perú. Demagogia, dirán algunos. ¿Qué puedo hacer yo de todas formas? A mí no me pregunten, que bastante tengo yo con decidirme entre Kiko o Sonia. O de la madre que parió a ambos dos. Siempre nos quedará Dinio, aunque sea en Badajoz.