WDwos tercios de la superficie de Extremadura están calificados como zonas de alto riesgo de incendios: 2,6 millones de hectáreas; los términos municipales de 213 de los 383 municipios de la región. Los técnicos alertan de que las características climáticas de la primavera, particularmente sus escasas lluvias, no invitan al optimismo en cuanto al pronóstico de un verano tranquilo: la tierra tiene poca humedad y este factor aumenta el peligro de que el fuego prospere allí donde prenda. En estas condiciones, lo lógico es aumentar la vigilancia en el monte, para prevenir el fuego, y para perseguir a los que decidan prenderlo. El hecho de que buena parte de los grandes incendios sean intencionados --como lo fueron los que el año pasado arrasaron en Villuercas-Ibores miles de hectáreas y cuya autoría todavía se ignora--, coloca en un segundo plano un factor que, en otras condiciones, es crucial, que es el de los efectivos --Extremadura cuenta para esta campaña con los mismos medios materiales y humanos que la anterior--, porque ante un incendio provocado con la voluntad de provocar el mayor daño posible tiene muchas probabilidades de que acabe en catástrofe por muchos medios que se concentren en dominarlo cuanto antes.