La piratería forma parte de los elementos que conforman la tormenta casi perfecta que amenaza la producción cultural española. El gigante de YouTube, una empresa opaca para la que trabajan todos los internautas, propaga la fórmula ideal de hacer negocio con la propiedad intelectual de otros a bajo coste y alto rendimiento gracias a la publicidad que acoge.

Entre, por ejemplo, en Youtube y escriba Chico y Rita. El primer enlace que le aparece es la película de Fernando Trueba . Entera. Gratis. Y con buena definición. Eso sí, pirata. Va por los 79.551 visionados. Siga probando. Ponga ahora La chispa de la vida, de Alex de la Iglesia . Ahí la tiene: 15.639 visionados. La conclusión es que para ver cine gratis no hay que acudir a webs piratas con servidores en Rusia (por poner un ejemplo) sino que basta con ir a un portal legal y amigo como Youtube, página impune y neutra porque la responsabilidad, según el gigante de los vídeos, nunca es suya sino del usuario que cuelga el contenido. Youtube --cuyo expolio no se da solo en el cine sino también en la música-- también es una especie de cinefórum. Para ello, no hay más que ver los comentarios de los usuarios. "He llegado a llorar. Habría pagado para verla en el cine", afirma un internauta tras ver La chispa de la vida. En el caso de Katmandú, un espejo en el cielo, rodada en inglés, otro internauta la reclama "in Spanish, please". Y otro, al que parece no convencerle la copia en castellano de Lo imposible, pregunta: "Oye, ¿la tienes en latino?".

La repercusión negativa sobre la industria cinematográfica española de la circulación de películas recientes y con buena calidad, con impunidad, es un hecho. Pero el golpe no solo es inmediato en términos económicos porque desincentiva el consumo a corto plazo sino que, además, se añade a la subida del IVA al 21% y la disminución de los recursos por culpa de la crisis. Pero las consecuencias también amenazan el futuro por cuanto pueden transformar el consumo cultural y la visión que de las artes y los artistas tendrán los más jóvenes. Educar a estos es, pues, fundamental para apreciar la creación y la certeza de que los artistas no pueden serlo a tiempo parcial o ser simples aficionados.

La producción cinematográfica en la que entran en juego profesionales de diversos sectores ni es gratis ni debe serlo, porque es eso, profesional. Plantear un cambio del modelo de negocio adaptado a la era digital es legítimo. Pero ahora hay que reclamar responsabilidad a toda la cadena implicada en las descargas ilegales, incluidos consumidores y Gobierno, para acabar con este pan para hoy y hambre para mañana u hoy mismo.