Comenzamos el nuevo curso. En estos días niños y jóvenes vuelven a las aulas. Los adultos, con suerte, retoman sus trabajos, muchos de ellos con el síndrome postvacacional después de unos días de descanso, pero la mayoría lo hacemos pensando en el futuro: la crisis y el aumento del paro, el terrorismo, la gripe A, la precariedad laboral, las hipotecas, la violencia de género,- ¿Qué será de nosotros? Son bastantes nuestros miedos y todos buscamos seguridad.

Muchos pensamos cómo afrontar estos sentimientos y casi seguro que para la mayoría la respuesta es sencilla: huir de ellos mientras podamos y refugiarnos en cosas que nos duelan menos o conformarnos con que tiene que ser así y no de otra manera.

En los últimos años una de las formas más utilizadas como espacio de evasión de los problemas y medio para alcanzar la alegría y la felicidad es la búsqueda del bienestar superficial. Por esto, los centros comerciales y las calles repletas de tiendas se han convertido en los mejores lugares de ocio para pasar el día con la familia. ¿Y después qué? Cuando ya tenemos el objeto que deseamos, ¿cuál es el paso siguiente? Los problemas continúan- Hemos puesto una tirita a la herida, pero la herida permanece. Cada uno de nosotros nos preguntamos entonces ¿soy feliz?

Mientras tanto, preocupados por nosotros mismos y por las personas más cercanas, no nos paramos a pensar en el ochenta por cierto de la humanidad cuyo anhelo diario es "¿existirá un mañana para mí?".

XLOS SOCIOLOGOSx hablan para referirse a este tema del "humanismo indoloro". Humanismo indoloro que nos hace pasar al lado del indigente que duerme en la calle o que pide en el supermercado y nos parece una estampa normal de nuestros pueblos y ciudades. Humanismo indoloro porque nos dicen que cada cinco segundos muere un niño y no pensamos que podría ser nuestro hijo, sobrino, hermano. Humanismo indoloro porque vemos aparecer noticias en televisión y nos es indiferente o como mucho nos atrevemos a hacer zapping si se nos revuelve el estómago. Humanismo indoloro porque vivimos en un mundo que no conocemos, donde el abismo norte-sur crece cada día y donde los países del norte explotan a los más empobrecidos. Humanismo indoloro porque vivimos bajo un techo seguro, dormimos en una cama caliente, no nos faltan alimentos y ni siquiera sabemos qué ocurre en nuestra ciudad. Humanismo indoloro por tantas y tantas cosas-

E incluso nos atrevemos a decir que se lo merecen, sin entender que tú has tenido la suerte de nacer en Extremadura o España, pero que otros ese mismo día estaban naciendo en Africa, Latinoamérica, India,- y con su nacimiento casi fecharon el día de su muerte.

He tenido la suerte de viajar con otros tres jóvenes a Perú este verano acogidos por Antonio, Lolo, Angel, Mercedes y Glafira (entre otros), misioneros y religiosas de la diócesis de Mérida-Badajoz. Allí no he podido cerrar los ojos, no he podido hacer zapping. He podido ver sin entender cómo en el año 2009 sigue habiendo muchos ciudadanos que no poseen una vida digna.

Y hoy me toca preguntarme sin entender ¿por qué este mundo es tan injusto y desigual?, ¿por qué como mucho nos acordamos de ellos puntualmente y no entendemos que en el resto de nuestro día podemos estar contribuyendo con nuestras vidas a que la brecha siga creciendo? Y también me pregunto, ¿el mundo puede cambiar? ¿Puede ser más humano y habitable? Y me convenzo de que es posible pues en estos misioneros y religiosas, en el pueblo peruano y otros pueblos, en el trabajo de las ONGDs, he visto muchos signos de esperanza. Gestos y vidas entregadas que hacen que el mundo tenga un poco más de sentido. Gracias a todos ellos.

Pero también estoy convencida de que el mundo cambiará cuando los que vivimos en la cara buena de la moneda también pongamos de nuestra parte. Deberíamos replantearnos nuestro trabajo para que sea más integrador, ético y tenga como horizonte y centro de nuestro quehacer diario a los más empobrecidos. Pero también tendremos que cuestionar nuestros estilos de vida para que sean más universalizables: repensar nuestro consumo; el cuidado del medio ambiente; comprar en comercio justo; compartir nuestro dinero; compartir nuestro tiempo como voluntarios; apoyar campañas y acciones.

Yo estoy dispuesta a ponerme en camino porque pienso en Magali, Edwin, Dennis, Segundo, César, Sandra y tantos y tantos. ¿Y tú?

*Militante de Profesionales Cristianos.

Voluntaria de ONGD Entreculturas-Badajoz.