Todo se sabe del mundo, pero los medios dan más cancha a protagónicos personajes. El peligro bélico de Siria mostró a un Obama en su declive; Premio Nobel, y ayer astro supremo del firmamento político, hoy su púrpura se está destiñendo, y es difuso su brillo, como ha sido sólo un relámpago de esperanza aquel arrogante "Yes, we can". Las encuestas lo dicen, su carisma está en baja y no quiere ser ya el gendarme del Planeta, consciente de que su país huye de otra guerra con féretros envueltos en estrellas y barras.

¿Miedo en el Despacho Oval? ¡Bendito sea si sacude el fantasma de la guerra! Frente a él, Putin , de nulo carisma y otrora servidor de KGB, "arregló" en tajante decisión lo de Siria, acusada de tener químicos artefactos. Se erigía así en otro polo de poder, mas no a lo Kruchev , cuando no había teléfono rojo y sí misiles en Cuba.

Pero también emerge una mujer de aspecto gris (no es la Thatcher ), pero de gran fuste político: Es Merkel , la hija del pastor luterano que, con tic mesiánico, ha vuelto a vencer en las elecciones, sin que nadie le arrebate el timón de la locomotora europea. Cual abadesa y capaz dirigente, supo poner las cosas en su sitio, dio fuerza a su país, confianza y temple. Muchos la temen, pero más los que la admiran. Por eso, ha crecido laureada de triunfo ¿Merkel es Alemania, como dijo un analista?

Y, una vez más, el papa Francisco . El nuevo "poverello" de Asís, que quiere redefinir la barca de Pedro , con valiente gesto bíblico, y apretar al mundo contra él, aunque se manche su sotana blanca con el barro de la calle, al sacar a muchos de él, apostrofando la codicia y maldiciendo enérgico la corrupción. Todo ello lo constata la famosa entrevista que Spadaro le hizo en la revista "La Civiltá Cattolica".

Y cómo no, el Rey, que dio a España largos años de paz; pero ahora, pasando por fríos quirófanos, algunos le piden su renuncia al trono. Con torpe cinismo preguntan: "¿Cómo regirá nuestros destinos quien está entre muletas?". El presidente Roosevelt , sentado en una silla de ruedas, junto a Churchill y Stalin , lideró en Yalta los destinos del mundo, ante la inminente derrota de Alemania, en 1945. Y es que se gobierna con la cabeza, y la del monarca sigue lúcida. Hay más en liza: como Felipe González , que proclamó, rotundo: "la independencia de Cataluña es imposible". Pues no se hable más: la unidad de España es sagrada.