Profesor

Es magnífico ser una persona de orden. En estos días que corren, cuando tantos socialistas, pacifistas, comunistas, ecologistas y gente de igual ralea, rojos todos ellos, salen a las calles y gritan cual posesos lemas contra la guerra; cuando tantos millones de desarrapados de todo el mundo ocupan plazas y avenidas llamando asesinos a quienes lo único que hacen es imponer la ley, aunque sea marcial, en un país que amenazaba al planeta entero, se mira uno en el espejo y ve el tupecito en su sitio, comprueba cada mañana lo bien que ha dormido, sin que problema de conciencia alguno le haya quitado el sueño, y, definitivamente, concluye que está en el lugar acertado. En el del orden. Claro que uno no vive en el mejor de los mundos. Uno ve la televisión, la de Urdaci, naturalmente, y está informado de lo que pasa en Irak.

Esos lamentables daños colaterales, por ejemplo. Que todo el mundo, salvo los malintencionados, sabe que son involuntarios, fruto de errores de los aliados. De quienes van a sacar a nuestro país del rincón en el que se hallaba. Dicen quienes ven otras televisiones, tendenciosas, que hay muchos niños entre las víctimas. Angelitos que, si han logrado sobrevivir a los inevitables bombardeos, salen con sus caritas tristes, mientras sus madres lloran al verlos sin piernas, sin brazos, al oír sus gemidos...

¡Qué pena, que hayan de ocurrir estas cosas! Porque las personas de orden somos sensibles. También estamos contra la guerra, faltaba más. Claro que, si son necesarias, habrá que hacerlas, ¿no? ¿Acaso no fue justa la que hicieron nuestros abuelos? ¿No se trató también de una cruzada ? Así la llamaron aquellos obispos, que sí que lo eran y no como algunos de los de ahora, empezando por el Papa. El pobre, tan mayor.

A diferencia de nosotros, las personas de orden, los extremistas son gente sin educación, que no respetan a nadie. Que interrumpen a los ministros cuando van a inaugurar algo. Una de las últimas veces, por lo visto, ha sido en un reciente congreso celebrado en Madrid.

La ministra de Educación hubo de soportar que centenares de profesores corearan en su presencia lemas contra la guerra. ¡Qué pensarían los alumnos de semejantes maestros si los hubieran visto! ¡Capaces de interrumpir a la señora ministra! ¡Adónde vamos a llegar!

Los profesores, que enseñen matemáticas o lengua, que para eso les pagamos. Que se dejen de contarles a nuestros hijos que en Irak se está asesinando a la gente, que no les insinúen que la ministra y nuestros queridos diputados del Partido Popular apoyan con su voto eso que ellos llaman barbarie y que, en realidad, es poner a cada cual en su sitio. ¡Qué gente! ¡Lástima que tuviéramos que prescindir, hace años, del Tribunal de Orden Público!

Por cierto: ¿Y qué me dicen ustedes de la masonería? ¿No tendrá algo que ver en tanta agitación y protesta? La próxima vez que venga por aquí Josemari hemos de preguntárselo. El sí que es una persona de orden.