THtay una cadencia de verano en el aire que resuelve las tempestades vividas. Hay una pesadez de siesta en el paladar. Y una lánguida penuria de pueblo acurrucado en la oquedad que esboza la palabra "abandono". Hay una contraofensiva impecable y una estrategia bélica con tintes de color rosa que viaja en camiones de basura. A pesar de la luminosidad de este mayo campesino, todo tiene un aire de soledad en las dobleces de nuestro vestido.

Vivo desde hace días dando pespuntes a una falda vieja y recomponiendo dobladillos junto a una ventana desde la que asisto a la extinción de atardeceres a punto de cruz enhebrando uno a uno, todos los perfumes que emergen del vientre de la tierra en esta época del año. Pero nada de esto compensa la grisura que habita en las garitas de la actualidad, imposible frenar el oleaje de tristezas que desemboca cada tarde en la puerta de 'El Pato Amarillo'.

Hoy he ido hasta un contenedor de ropa usada y he depositado entre montañas de bolsas, una carta escrita a mano para apoyar con palabras a quien reciba su ración semanal de caridad, una carta en la que desprenderme de sentimientos que en casa ya no son útiles o pensamientos que estorban en el armario del fondo del pasillo; una carta intensa en un momento en el que, al fin y al cabo, se escribe a medias tintas.

Hay una confusión oceánica que golpea los cimientos de cada casa, por un lado las crónicas hablan de una inexplicable avalancha de emigrantes, por otro, apuntan un aluvión de emprendedores que han dado con el tesoro de Alibabá; nos hablan de seis millones de parados y acto seguido se contabiliza con la misma naturalidad la economía sumergida o sea que igual hasta están insinuando que somos "seis millones de chapucillas" que nos buscamos la vida en los ratos muertos que nos deja el tiempo libre. Nos dicen que la Justicia es igual para todos, pero a una ciudadana de este país, su ilustre padre le busca el mejor abogado de la city en plan 'Salvar al soldado Ryan' mientras a un pobre español a esta hora, por robar unos sacos de aguacates le han puesto ya de patitas entre rejas. Boberías hispánicas.

Hay un eco del mayo francés en nuestras calles, un fragor de barricada de barrio pero nada más... azotacalles dispuestos a reventar cualquier sistema establecido, un mal llamado "intolerancia respiratoria" nada más...

XCON EL AMANECERx fluyen de nuevo las esperanzas envueltas en aroma a mandarina y burbujeante bergamota, puro oxígeno, y con ellas, las ganas de emprender travesías aunque éstas sean por el desierto más desolado del planeta. España estuvo muchas veces en los huesos, y vaya que sí salió airosa. Ahora disponemos de conocimiento y rabia; tenemos la despensa llena de reclamaciones y agravios, los bolsillos llenos de calderilla, y la hucha medio llena no medio vacía.

Disponemos de gobernantes dispuestos a bajarnos los impuestos y los malos humos y disponemos de un Gobierno de España que nos anima en una peculiar y simpática campaña publicitaria a dejar el coche en casa y dirigirnos andando al trabajo.

Lo cierto es que del conjunto resulta un país divertido, algo excéntrico y casi siempre imprevisible. Ni mucho menos llegamos al grado paranoico que llegan los habitantes por ejemplo de EEUU o Austria, donde se registran los casos más escandalosos de individuos degenerados que secuestran a niñas sometiéndolas durante años. Por fortuna en España no se dan ese tipo de monstruos, o sea que tan mal tan mal como quieren hacernos ver no estamos. Tenemos nuestras manías y otras boberías pero nada más.

Consumimos a placer libros de estilo, bienestar y cocina Indie, que han desplazado hasta la papelera a los manuales de autoayuda; acogemos los acontecimientos más surrealistas del momento como la Concentración de Blogueras que acoge Sevilla estos días, disfrutamos de las tiendas más chic del momento con aires muy bohemios y rústicos y hoteles donde la carta del restaurante lleva incluida una lista de deseos para sorprender a tu pareja; y algo sublime que por fin hemos importado de Francia, un Spa en el que puedes realizar un viaje sensorial por los míticos cafés parisinos y su particular olor a café recién molido.

Llevamos la luz dentro de nosotros, tan sólo hay que dejar que salga en libertad y se proyecte hacia el infinito. Es probable que nos adentremos en tiempo de siesta pero eso ya no es problema en un país como el nuestro donde es posible hacer picnic sin tener a mamá en la cocina preparando los filetes empanados. Nos invade por cualquier parque la moda del picnic urbano, con mantel de cuadros cesta de mimbre y cubiertos incluidos, dos tiendas hacen furor en España y hasta el césped te llevan los rollitos tailandeses, humus y taramasalata.

Por fin los picnic al sol.