El pasado martes, el consejero de Sanidad Guillermo Fernández Vara y el director general de Formación, Inspección y Calidad Sanitaria, José María Vergeles , anunciaron la puesta en marcha del primer plan de calidad del sistema sanitario público, que se desarrollará en los próximos cuatro años y que pretende una mejora del sistema apoyada en la evaluación de los centros y servicios sanitarios, tanto públicos como aquellos que establezcan conciertos con el SES; en la profesionalización de la gestión, de manera que el perfil del responsable de dirigir los servicios sanitarios sea antes un profesional que alguien ideológicamente cercano al partido gobernante; y la contención del gasto.

La Sanidad es un pozo sin fondo: siempre habrá razones de peso para invertir en ella porque siempre habrá ciudadanos que, con todo derecho, merezcan mejor atención que la que particularmente han recibido o que la que el sistema, porque así está establecido, puede ofrecerles. Precisamente por eso son necesarios planes que evalúen y que persigan la mayor eficiencia del servicio. Que la Consejería de Sanidad se comprometa a hacerlo es una buena noticia, como lo es la nueva norma que establece menor tiempo de espera para determinados procesos, porque con ello el que se beneficia es el ciudadano. Que sean fuegos de artificio o no, como señala la oposición va a depender también de la labor de vigilancia, que no es sólo un derecho, sino un deber que ejerza ella misma.