Es bastante terrible ver envejecer a los padres y un poco terrorífico ver envejecer a los amigos, pero no hay nada peor que ver envejecer a los ídolos. No me refiero a verlos envejecer físicamente, el cuerpo se va gastando con el uso, claro, y me parece que también hay algo grandioso en eso, a pesar de la devastación, una especie de resistencia, de honor. No me gustan las personas que lamentan el paso del tiempo (ellos dirían los «estragos del tiempo») en sus cuerpos y en sus rostros, me parece frívolo e impúdico, una triste falta de respeto hacia uno mismo. Se puede envejecer con honor, yo lo he visto.

La película El irlandés de Martin Scorsese se me hizo larguísima, las dos primeras veces que intenté verla me dormí, por fin al tercer intento decidí verla en tres tandas para no morir de aburrimiento, mi amigo desistió antes. ¿Dónde está la electricidad de Casino o de El lobo de Wall Street? Ese cine que te deja jadeando, con la lengua fuera y con ganas de ver mundo. Justo durante esos días vi un extraordinario documental sobre la Mafia, Corleone: mafia y sangre, si tienen tiempo y ganas, véanlo y compárenlo con la peli de Scorsese.

Lo mismo me ocurrió con la última de Woody Allen, la esperaba con fervor, me hacía mucha ilusión que volviese a estar situada en Nueva York y en la época contemporánea, y me pareció una bobada de película, me gustaría contarles la razones de mi decepción, pero dos días después de haberla visto ya la había olvidado.

El cine, la literatura, el arte, tienen que electrizar, ¿no? Electrizar, hacer que se te pongan los pelos de punta, esas cosas, ¿o es demasiado pedir? En una de las últimas escenas de la alucinante Saraband, la última película de Ingmar Bergman, que filmó con 85 años, 85, hay una conversación en una iglesia entre un padre y su hijo que te deja literalmente clavado en el sillón, incapaz de moverte, atónito. Y no es que solo me electrice Bergman, no soy una esnob (aunque mi editor, Jorge Herralde, afirme que soy la más esnob del mundo), la última de Tarantino, aunque también sea demasiado larga (casi todo acaba resultando siempre demasiado largo), es electrizante. Y ver a Kilo Ren (¡qué actor Adam Driver!) en Star Wars: el ascenso de Skywalker intentando resistir a las fuerzas del mal también es electrizante. Como ver jugar a Messi. O reír con mis hijos. O darse cuenta de que alguien te quiere de verdad.

Les deseo un año eléctrico, no desfallezcan. H*Escritora.