TLta política discurre, a veces, por derroteros que repudia el hombre de la calle, ante actuaciones que obvian el bien social, pero optimizan sus intereses partidistas. Por eso lo de hoy se parece a lo sucedido a fines del siglo XIX, e inicios del XX, reflejado en antiguo libro titulado "La farsa", que hallé en un desván del abuelo, adquirido en una librería de viejo. Recuerdo su texto empedrado de críticas a ciertos sectores políticos, lo que fue para mí, inexperto jovenzuelo, un trallazo emocional. Proliferaban las irritantes diferencias sociales y los despóticos caciques, con frívolos políticos y falsas elecciones, donde se urdían en la impunidad trapisondas y desmanes sin coto alguno. ¡Era la corrupción en latifundio!

Ahora, más que ocurrir esto, hay políticas de acordeón en un diario vodebil de turno, al socaire de intereses, esgrimidos hoy y aparcados mañana, según el vaivén de la economía que dicta el rumbo a tomar. Como el pertinaz delirio separatista de Mas, yendo a la Moncloa cuando sus arcas están exhaustas, o recibiendo con sonrisa versallesca la visita de Rajoy a Barcelona, en la inauguración del Salón del Automóvil. Y en el centro, el Tribunal Constitucional que corta en seco el proceso soberanista en marcha, por lo que aquél, por puro pragmatismo, acepta el "trágala", aviniéndose a discutir los niveles de déficit fiscal. Mientras, el gobierno reclama "grandeza" a sus barones para que la Generalidad salga a flote. Mas protestan con energía. Es la política del zig-zag, del amago y atrás. Política repetida en el Parlamento cuando, tras arrojarse los más duros venablos los "tenores y jabalíes" de Ortega, surge el arreglo fenicio del do ut des.

La UE pide a España reformas "audaces", pero Guindos le dice haber hecho ya "correcciones importantes". Pero, ¡oh milagro!, tras otra impertinencia europea de sugerir un "contrato único", todos los sectores sociales le responden con un portazo unánime. La almendra de todo, pienso, está en el déficit de autoridad moral y en un confusionismo tal que lleva a los políticos a entregarse a una pedagogía errática, y a veces, amoral. Y de esto, los jóvenes, ¿qué dicen? Se habla de generación perdida, ante el paro. ¿Y en lo moral? El ejemplo, según Morris West , es la lección que todos los hombres pueden leer.