Es increíble que tengamos unos dirigentes públicos con unos estándares tan mezquinos. Nos ocurrió en diciembre y los meses posteriores pero parecía que iban a reaccionar y rectificar esa ambición que todos tenían de alcanzar La Moncloa. Hemos celebrado nuevas elecciones y ellos mantienen aquella codicia, el mismo desprecio a los ciudadanos y someten toda su actuación al ego que les invade. ¡Qué poco importamos a los actuales políticos! Votamos y votamos y ellos sin otro argumento que su propio ansia de poder, para aplastar al adversario, sin pensar lo más mínimo en España. Partiendo del señor del "no", le importamos un pepino todos y nuestro deseo de tener gobierno; le trae al fresco celebrar unas terceras elecciones. Sabe que aún fracasará más y recibirá menos votos, por culpa de su obstrucción a la gobernabilidad del país. Abriga la esperanza de aliarse con esos otros, los que antes de ser políticos eran ya delincuentes y corruptos, patrocinados por el dictador de Venezuela, el de Irán y sabe Dios cuantos más y no le importa a Sánchez con tal de tumbar a los oponentes que, al tiempo, es tumbar la voluntad popular. A este aprendiz de político se le suma el otro, no más avezado que él, que no sabe si va o viene o se queda en medio, dando muestra de la misma incompetencia e inmadurez para sufrimiento de todos los españoles. Tristemente nuestros políticos no ofrecen un buen pelaje y su calidad es de los niveles más bajos. Pero no solo es raquítica su categoría, lo es más su generosidad para servir a los españoles.