Lo «más difícil todavía» o «lo nunca visto» de un circo ha sido superado por la vergonzosa rendición de un partido político, protagonizada por sus abnegados directivos y la votación afirmativa de sus sometidos representantes, dinamitando la sólida base de sus valores y principios y haciendo añicos la fortaleza de sus ideales, que imposibilita una reconstrucción sana por lo endeble que han quedado sus pilares.

Es difícil comprender si los vividores de la política son como todos sabemos que son, lo eran antes, o se convierten una vez dentro, porque se tiene que ser de una especie determinada muy especial, en que la obediencia a sus jefes se impone a la propia razón y los íntimos sentimientos, para traicionar los ideales de un partido centenario y la confianza de millones de votantes, o como ocurrió tiempo atrás en un asunto de gravedad extrema, Irak, todas sus señorías con ciega sumisión votaron por la guerra sabiendo que los motivos eran falsos, una bestial masacre considerada crimen de guerra.

Que misterioso o diabólico poder tiene la política para anular la propia estima personal, cediendo la íntima opinión y punto de vista a la voluntad ajena aunque sean contrarios al voto que se los exige.

Afortunadamente, la mayoría de los humanos no pertenece a esta especie que traiciona sus verdaderos sentimientos.