Encantados quedarían algunos ante la quema del dragón, otros con los fuegos artificiales; yo me quedé asustada: cinco jóvenes de no más de 20 años llenaban su nariz del polvo de la felicidad , lo que era el último escalón antes de irse a criar malvas, ha pasado a ser lo primero que se toma. ¡Qué triste! Ya olvidamos la protesta del botellón motivada por las molestias de ruidos y suciedad, cuando el peor de los ruidos es ver cómo están muchos jóvenes ebrios y drogados en todas las fiestas. ¿Tendrán vendados los ojos sus padres? ¿Y sus educadores qué saben? ¿Y la sociedad, qué les estamos dando? ¿Y los que tienen los polvos, qué les venden, harina de maíz con polvos de talco? Creo que los jóvenes de hoy, como no pongamos remedio, serán los enfermos del mañana. MARIA ZARZA RUIZ. Cáceres