Futbolistas, pilotos de F-1, golfistas, actores, cantantes y otros entretenedores tienen unos ingresos que multiplican por miles de euros los de un médico que salva vidas, un profesor que enseña a nuestros hijos o un político o funcionario que debe gestionar nuestros impuestos. Empresas petroleras, financieras, de informática, de armamento, de la automoción y otras grandes corporaciones ganan miles de millones en plena crisis económica, también con el dinero que nosotros libremente les pagamos. Mientras, los gobiernos tienen unos déficits descomunales que les obligan a endeudarse cada día más. Que la sociedad permita todo esto es una aberración.

Es preciso que los gobiernos de todo el mundo limiten por ley los ingresos anuales personales, de forma que a partir de una cantidad insultante el resto vaya a la hacienda pública. Igualmente, hay que limitar los beneficios de las sociedades mercantiles fijando por ley un tope en función de los capitales reales invertidos en el negocio y la reinversión de los beneficios, y que todo lo que exceda vaya a las arcas públicas y se redistribuya de nuevo a la sociedad. Hacen falta políticos valientes, preparados, buenos gestores, transparentes y coordinados mundialmente para aislar a los paraísos fiscales y prohibir que operen con los países que juegan limpio. En definitiva, hacen falta políticos honrados y socialmente responsables que no se deban a los intereses del capital, sino a los de la sociedad que representan. Que la sociedad no exija esto a los gobernantes también es una aberración. Y que no se organice a nivel mundial para que esto cambie denota ceguera, conformismo y comodidad. Parece que nos guste ser esclavos y víctimas... de nosotros mismos.

N. Navarro Ruano **

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