El Vaticano se ha opuesto a la despenalización de la homosexualidad alegando que no quiere discriminar a los países musulmanes, que por cierto condenan a muerte a los gays. ¡Vaya argumento! Está claro que la Iglesia no refleja el amor de Cristo, aquel que dijo "el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra" cuando los representantes de la moral de la época estaban lapidando a una adúltera. El Vaticano considera que representa a la iglesia de Cristo, pero la historia demuestra que el catolicismo es una corrupción del cristianismo que se fue formando durante siglos hasta que el emperador Constantino le dio carácter institucional. Bien, yo puedo decir que soy Brad Pitt; estoy en mi derecho de creérmelo. Del mismo modo, la Iglesia católica puede decir que representa el amor de Cristo; también está en su derecho de creérselo. La realidad, sin embargo, es otra. La Iglesia no emplea actualmente la violencia como en épocas anteriores, quemando y torturando a la pobre gente que, según la Inquisición, no obraba bien. ¿Sigue esta Iglesia la doctrina de Cristo, que era un ejemplo sublime de amor? ¿Torturaría Cristo a alguna persona? ¿Que habría hecho Torquemada con aquella mujer si hubiera caído en sus manos? ¿Habría tenido la misma reacción que Jesucristo? La sociedad, que ha cambiado y ya no tiene miedo, impide que la iglesia obre hoy de igual forma. Despojado de su poder moral, ahora es el Vaticano el que tiene miedo. Qué hipocresía. Como dijo el Gran Wyoming al comentar que la Iglesia había expulsado a un cura gay: como se pongan estrictos en ese asunto, se van a quedar solos.

Santiago Ramos **

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