Esta semana ha habido buenos datos económicos. La exportación rebrota a un ritmo muy fuerte (16% de media en los cinco primeros meses del año). Este dato indica que tenemos empresas competitivas en el mercado global y contribuye a que la economía real esté saliendo de la recesión y el Producto Interior Bruto vuelva a crecer, aunque a tasas que por ahora son modestas. Y, por primera vez en varios meses, el Tesoro colocó deuda a tipos de interés inferiores a los de la subasta anterior.

Estos datos demuestran que las duras medidas que el Gobierno de Rodríguez Zapatero está tomando desde mayo (recorte presupuestario, reforma laboral, reforma de las cajas de ahorro, alargamiento de la edad de jubilación) han devuelto a la economía española la confianza de los mercados. Cierto que no son medidas populares y además han sido muy mal explicadas, pero bajar el coste de nuestra deuda es vital para poder mantener a medio plazo el Estado del Bienestar.

El diferencial entre el bono español a diez años y el alemán (mide el grado de confianza en una economía), que se había disparado por encima del 2%, vuelve a estar por debajo. El pasado miércoles estaba en el 1,68%, una buena tendencia, pero aún lejos del 0,60% de finales de año.

Por eso no hay que bajar la guardia. La crisis del euro y de la deuda soberana de esta primavera ha sido fuerte y debemos cumplir a rajatabla el programa de rigor. Por eso es positivo que el Gobierno haya logrado aprobar (gracias a CiU) el techo de gasto para los presupuestos del 2011 con un recorte del 7%.

Pero la clave serán los presupuestos del 2011. Deben ser unos presupuestos austeros y que no concentren los sacrificios sobre los asalariados. El impuesto especial a los que más tienen no es una mala idea, siempre y cuando no gravite solo sobre las clases medias. Pero no habrá presupuestos sin mayoría parlamentaria que los apoye.

El gran error de Rodríguez Zapatero fue no verlo tras las elecciones generales que se celebraron en el 2008. Ahora todo es más difícil. Parece que CiU, en plena campaña catalana, no los apoyará y que la única opción es el PNV.

Son unos presupuestos tan decisivos como difíciles, tanto desde el punto de vista económico como político. Pero España no puede suspender la asignatura. Caer víctimas de la desconfianza en la deuda soberana sería un mazazo que arruinaría las expectativas de futuro durante muchos años.