¡Magnífica novela! He leído ‘Progenie’ con íntima satisfacción. He descubierto en Susana Martín Gijón, más allá de su limpia pluma, un lúcido entendimiento. Un entendimiento, por cierto, mujer. Un entendimiento con futuro. Que te publique una editorial como Alfaguara es un alto timbre de prestigio para el autor escogido y de atención para cuantos lectores han de escogerle. Publicar en la primera editorial del orbe no está al alcance de cualquiera. Sí de Susana Martín Gijón, casi extremeña, casi joven, casi madura. Y si mi recomendación no les vale, válgales -como a mí me valió- el tal timbre.

La literatura, como el toreo, como cualquier otro noble arte, es un dios bifronte. Como Jano. Fondo y forma en batalla (o en armonía). En ‘Progenie’ todo responde a cierta armonía. La novela aparenta ser un guión cinematográfico. Está dividida en 113 escenas como 113 fogonazos concebidos para la claqueta del cine (o la televisión). Susana es hija de su tiempo. La acción discurre con buen son, a ritmo cuasi gimnástico. La autora prescinde de cualquier reflexión sesuda. Todo cine. Todo sencillo. El lector no necesitará de diccionarios ni de conocimientos añadidos. El estilo es limpio y claro como clara es la novela. ¿Novela negra? Evidentemente no (aunque se publique en la serie negra de Alfaguara). Ni los ambientes son antros sórdidos, ni los protagonistas son seres atormentados. Es una novela policíaca repleta de luces. A todo color. Fácil de leer. Bien construida (y pulida). Repleta de intriga pero, y al mismo tiempo, coquetamente adornada de comedia. Apta para todos los públicos (salvo por alguna escena algo más tórrida de lo que estilaba Enid Blyton en los Cinco). Y con un final de traca.

Pero ‘Progenie’ no se queda en los lugares comunes del género revisitados con pluma ligera. Sus méritos van más allá de su simplicísima arquitectura. Hay más. Y ese más es lo que la convierte en una obra memorable. ‘Progenie’ es una muy notable novela porque retrata un tiempo y un espacio vistos por unos ojos, los de Susana, que bien pudieran ser los de muchas como ella. Como ella y como ellos, la gente de su generación. El lector agradecerá semejante regalo. Y para ello utiliza dos herramientas esenciales. Primero, escoger una geografía compartida con la mayoría de sus lectores: Sevilla, una estampa reconocible. Segundo, hacer girar la obra sobre un tema de interés para casi todos y crear una panoplia de personajes con opiniones y actitudes dispares sobre él: la maternidad. Sin maximalismos. En libertad, pero también en respeto. Nos interesa lo que se nos parece y, sin embargo, Susana ha conseguido que la decisión de ser madre nos interese a todos. Solo por eso merece la pena leer ‘Progenie’. El milagro de ser mujer y ser madre (o no serlo). Ser o no ser madre en soledad o en compañía, ser o no ser madre a cualquier edad, ser o no ser madre entre la libertad de escoger y la tiranía de tener que escoger,... La maternidad y la familia, y el aborto, y la ciencia... En la mirada benévola de Susana está la virtud de sus letras. Sin condenas, tratando de entender las mil caras de la condición humana, sus circunstancias, sus dudas, sus contrasentidos... Buscando la trastienda de unos personajes que han venido a quedarse, como la autora que los parió. Personajes como la Jefa Accidental del Grupo de Homicidios de Sevilla, Camino Vargas, en alguna medida trasunto de la propia Susana o el inspector Arenas, vientre calmo del padre. Porque antes de nacer, y aún después, todos necesitamos un vientre donde refugiarnos. Porque al final, eso no lo duden, triunfa el amor.