El aburrimiento de nuestros políticos, sobre todo de aquellos que tienen que justificar su puesto y existencia, no tiene límites. Si absurda, aunque posible, era la idea de Bibiana de cambiar los cuentos infantiles, de ignorante incluso represora de la libertad de expresión de los menores, además de imposible, me atrevería a calificar la prohibición del Congreso a los juegos sexistas en el patio del colegio.

Esos juegos sexistas de los que hablan forman parte del juego simbólico que cualquier niño o niña debe y puede realizar desde la libertad. El juego simbólico es el juego infantil por excelencia, donde son policías, futbolistas, médicos, papás o mamás- pero es que además resulta que estimula el intelecto, el habla, el lenguaje, la socialización, y sobre todo empieza a desarrollar en el niño la conciencia de vida real , asimilando y comprendiendo situaciones que le son cotidianas.

Otra cosa sería prohibir la discriminación por razón de sexo en estos juegos simbólicos o como algún iluminado desconocedor de la lengua española llama juego sexista. El fútbol es el fútbol, lo juegue un niño o una niña, los bolindres son los bolindres , o los toros , lo juegue quien lo juegue, las chapas, la comba, rayuela o la pica, etcétera. La cuestión es que lo que se pretende ya existe, no solo por la inclusión de la educación en valores en nuestras programaciones, también en nuestra metodología, esto es, la no discriminación en ninguna actividad. Prohibir el juego simbólico es la mayor tontería que he escuchado desde años y que además va contra el desarrollo psicológico de nuestros alumnos (al parecer no se han preocupado en consultar a especialistas en psicología infantil).

Todavía más incomprensible es que intenten que los docentes estemos atentos durante los recreos cuando la medida es más represiva que prohibitoria.

Mientras nuestro colectivo sufre recortes en personal, sobrecarga en sus funciones, menos salario, excesiva burocratización, formación por cuenta propia debido a los cambios sociales y tecnológicos ; mientras seguimos con la tara del fracaso escolar y el abandono temprano; mientras nuestro prestigio profesional sube inversamente proporcional a nuestras ratios en el aula, mientras todo esto está pasando, el docente se tiene que dedicar a saber con qué intención se juega a la pelota.

Por desgracia, lo único que denota esta prohibición es la poca idea que tienen nuestros políticos de la realidad de las aulas, la poca idea que tienen de lo que es igualdad (no como panfleto, la real) y cómo se aburre más de uno.