No soy pobre. Nunca lo he sido. Espero no llegar a serlo. Pero podría. En mi suerte de clase media española tuve acceso a una educación, a una carrera y a poder trabajar de manera casi continua. Si no hay trabajo, mi familia me cubre. Pero, ¿y si todo cambiase?

Cuando comencé a estudiar en la Universidad algunos profesores nos decían que mi promoción estaba de suerte. La crisis, la económica y la del periodismo, apenas había explotado así que ya habría pasado para cuando termináramos la carrera.

Hoy, más de 10 años después, seguimos esperando la bonanza económica y el renacer del periodismo. «Lo más notable de esto es que (…) el conjunto de la sociedad, consideran y tratan a la crisis como algo fuera de la esfera de la voluntad y el control humanos, un golpe fuerte propinado por un poder invisible y mayor, una prueba enviada desde el cielo, parecida a una gran tormenta eléctrica, un terremoto, una inundación», escribía Rosa Luxemburgo a principios del siglo XX.

Más de 100 años después la narrativa es la misma. En la última década hemos asistido a una transición entre la autoproclamada «refundación del capitalismo» a lo que parece que es acostumbrarse a la precariedad y resignarse a la bajada de nuestro nivel de vida.

Luxemburgo decía también que «pobreza y miseria son algo innato y propio del sistema capitalista».

Ayer caminaba por la carretera y creí ver a otro mochilero de lejos. Pero cuando le alcancé comprobé que no era otro viajero sino un chico vendiendo pañuelos de papel. A su espalda en lugar de la mochilita y el saco de dormir cargaba una bolsa negra con lo que imagino serían más paquetes de pañuelos. Era joven. Podría tener mi edad. Pero seguramente a las espaldas llevamos experiencias muy diferentes. Los trabajadores con suerte vivimos en la feliz ilusión de que nunca acabaremos así. Luxemburgo advertía de lo contrario. Sin un sistema que nos proteja y nos dé garantías es más fácil de lo que pensamos.

Yo podría acabar vendiendo pañuelos de papel en una carretera perdida para sobrevivir. Podríamos intercambiar papeles. Ojo, lo que ocurre es que por el mismo sistema en el que vivimos igual de difícil será para él alcanzar mi posición. Porque caer en la pobreza se ha convertido en algo demasiado fácil. Igual que subir en la escala social es algo injustamente difícil.