Dice el barómetro electoral de esta casa cosa seria que la mera comparecencia en pista del esprínter Rubalcaba ha recortado en cinco puntos la ventaja del Partido Popular, incluso suman más quienes le prefieren como presidente. Y aún sigue siendo el terrible Rubalcaba, ese Rasputín a quien la oposición atribuye todas sus desgracias. Esperen a su transmutación en el cercano Alfredo, aplicado en ejecutar con su proverbial eficacia las performances de los candidatos en campaña. Bien lo sabe Rajoy . Por eso avisa que el resultado de las elecciones generales no está escrito.

Estas cosas pasan cuando uno se fía de esos gurús que sentencian contundentes que las elecciones no las gana la oposición, sino que siempre es el Gobierno quien las pierde. Que el camino hacia la Moncloa pasa por no comprometerse en nada, para que todo el mundo crea que lo resolverías como lo harían ellos. A nada que el Gobierno se encarga un retoque de chapa y pintura y anuncia el ponerse a cambiar cuanto haya que cambiar, devora los puntos de ventaja como los mercados se zampan los puntos básicos de la deuda soberana.

El dilema de Rajoy no es menor. Hasta ahora le ha ido mejor que bien poniéndose de perfil. La incógnita es si semejante estrategia resulta sostenible. Diez meses sin meterse en política y apelando al hada de la confianza es mucho tiempo, incluso para Rajoy. Hasta el momento, el PP se había limitado a cambiar el sujeto del discurso. Habíamos pasado del todo es culpa de Zapatero , a un hasta lo de los pepinos es culpa de Rubalcaba . Pero parecen decididos a intensificar la potencia de fuego. La reunión de sus barones para lanzar el inoportuno mensaje de vaya usted a saber qué esconden las cuentas de las autonomías , o el golpe de mano de la patronal madrileña para no ahorrarle a los socialistas el coste de reformar por decreto la negociación colectiva, así lo indican. Cúbranse.