TEts difícil encontrar la línea que separa lo mitológico de lo religioso. Mientras el ciclo de nuestra ciudad se llenaba de estrellas artificiales, cascadas de luces y volcanes vomitando fuego con explosiones, comencé a buscar signos que me desvelaran el porqué el dragón que ardía entre aplausos y música sólo tenía 5 cabezas. Entre la multitud descubrí a cientos de jóvenes, casi niños, menores de edad, con sus bolsas repletas de bebidas esperando el fin del espectáculo para vivir una noche más alumbrados por el alcohol y me dije: el dragón no muere esta noche; seguirá vivo en nuestra sociedad. Recordé la hagiografía de San Jorge y en su martirio encontré cómo quemó para siempre en su vida las 5 cabezas: Fue atado a una rueda de cuchillos, arrojado a cal viva, sumergido en plomo ardiente, obligado a beber veneno, y finalmente, tras provocar conversiones y resurrecciones, es dacapitado.

Cuando finalizó la representación me uní a la riada de cacereños que subían a postrarse a los pies de la Patrona. Entre miles de claveles estaba la figura portentosa que describe el Apocalipsis: una mujer vestida del sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas vencedora del dragón.

*Licenciado en Filosofía