Nuestro país es perfecto caldo de cultivo para los ídolos futbolísticos, los cuales se crean a base de talonario. La factura la pagan la ingenuidad de los aficionados, que compran las camisetas de sus estrellas a un precio abusivo y sin pararse a pensar en qué condiciones laborales se han fabricado, de cuya explotación sale también parte del sueldo del conejillo de indias de turno.

También colaboramos a sufragar estos desmanes consumiendo aquellos productos que se publicitan para pagar las primas de la TV.

Pero lo que me parece el mayor insulto a la inteligencia es que la creación de ese ídolo prostituya los ideales de aquel niño enamorado de su padre que por tener un salario de 1.000 euros lo vea por debajo de la estrella de cartón que ha creado el jeque de las finanzas del momento, siendo el merchandising que ofrece su padre, la sencillez, la honradez, el esfuerzo y otros muchos valores que no están impresos en la parte posterior de una camiseta de fútbol.

Luis Fernando Jiménez Bernal **

Jaríz de la Vera