Profesor

Me entero por la prensa de que en el presente año pasarán de 12.000 las multas que la Policía Local de Cáceres impondrá a los conductores y que, con el radar recién estrenado, las estadísticas se dispararán, a la vista de cómo se está utilizando en las primeras jornadas. Pues me parece muy bien. Porque hasta ahora la Policía Local carecía de medios para aliviar la agónica situación del tráfico rodado por nuestras calles y es de esperar que esos miles de multas, y el millón aproximado de euros que aportarán a las arcas municipales, permitan dedicar ciertos instrumentos de los que ahora brillan por su ausencia a erradicar algunos de los graves problemas de nuestra circulación: como todo el mundo sabe, la razón del caos que viven a diario las calles cacereñas no es la desidia, ni la carencia de una política clara con objetivos precisos: es la escasez de medios.

Y lo digo, consciente como soy de que yo mismo puedo contribuir cualquier día de éstos a incrementar el beneficio que nuestro querido ayuntamiento obtendrá por este nuevo impuesto que se cobra desde un coche camuflado, o por estacionar en algunos lugares inadecuados. Porque el mensaje es claro: que la gente se lo piense bien antes de intentar recuperar el tiempo perdido en un embotellamiento, o de dejar el auto en un sitio en el que uno de los aparcacoches que adornan nuestras esquinas no le asalte impunemente. Aténgase el lector a las consecuencias si, desesperado por una de esas decenas de atascos que se producen diariamente en la avenida de Hernán Cortés, por ejemplo, como consecuencia de una de las innumerables obras que, sin orden ni concierto, se producen en la misma, con levantamientos y cierres sucesivos de calzadas, se le ocurre, en un milagroso instante de alivio, circular a 41 kilómetros por hora, sobrepasando el límite establecido. O si no repara en que una señal de limitación de velocidad a 20 kilómetros/hora, de ésas que un operario plantó un día en el suelo y luego nadie se acordó de retirar, hace que el hecho de que circule a la temeraria velocidad que alcanzaban los viejos vendedores de melones en sus burros le suponga tener que llegar a fin de mes, por mor de las multas, a base de pan y agua. ¡No todos tenemos los sueldos de alcaldes y concejales!

Hablando un poco más en serio, reconozcamos que los conductores cacereños hacemos gala de la indisciplina más absoluta. Lo malo es que no parece que eso sea lo que más preocupa a nuestras autoridades. Es más fácil retirar un coche bien aparcado, que no molesta a nadie, por haber sobrepasado en unos minutos el tiempo de estacionamiento en la zona azul (de la que se beneficia, no lo olvidemos, una empresa privada), que una docena de ellos que obstaculizan el tráfico a los demás. Y, hablando de aparcamientos, ¿para cuándo la erradicación de esa plaga de los aparcacoches? ¿Ha visitado algún responsable de tráfico las inmediaciones del hospital San Pedro de Alcántara cualquier día a media mañana?

He de dejarles. Ahora recuerdo que tengo que estar dentro de dos horas en el otro extremo de la ciudad y no sé si llegaré a tiempo. El rodar con el radar se ha puesto imposible.