TEtl pisito , El cochecito o El verdugo , entre otras, son obras maestras de la cinematografía española gracias a Rafael Azcona . El supo, como nadie, retratar las miserias de la condición humana que estremece, las circunstancias que representan la mordaz ironía de lo inevitable: la vida misma.

Azcona se limitó a observar y a contar historias tan universales y corrientes que los personajes son simples adornos para vestir la realidad incontestable: la lucha por sobrevivir de la mayoría de la gente, la infelicidad eterna del hombre, la incomodidad de lo humano.

El humor negro en su obra no es más que el equipaje con que sus protagonistas van tirando de su particular tragedia. Es la resignación frente a lo que les viene dado y no pueden cambiar, sólo les queda adaptarse y sobrellevarlo.

Y supo también alumbrar en sus personajes sentimientos demasiado humanos y por esto muchas veces inconfesables y disimulados. Pero quiso que fueran pecados de la vida, no de sus protagonistas. Esas historias constituyen una manera de afirmar que lo cotidiano nos sobrepasa, que el hombre quiere ser feliz pero las cosas más simples, aunque necesarias, no lo dejan. El realismo de sus guiones hacen inservible cualquier intento por no reconocer la veracidad de sus personajes y que la vida es en esencia insobornable.

Retrató con maestría la España de la posguerra y la sociedad mediocre que en ella se generó con el franquismo. Mordaz y surrealista huyó de los movimientos y doctrinas, incluida la Iglesia católica, que edulcoraban las miserias públicas y privadas de los poderosos y de los don nadie.

Habrá quien piense que la vida no necesita guión, que ya está escrita o que se escribe sola, pero lo cierto es que este genial guionista supo mirarla y contarla; porque a la pena le puso risa y a la risa le sacó amargura. Su talento consistía en escribir lo que nadie veía o no quería ver, su valentía el hecho de hacerlo. Y en esto consistió su grito y su particular lucha. Sin duda, Rafael Azcona irá al cielo; muy a pesar suyo.