En sus dos primeros años en el Palacio de la Moncloa, el presidente Mariano Rajoy ha confirmado el estilo de gobernar que se le suponía y que consiste en una particular concepción de los tiempos políticos. Lejos de la brusquedad, la arrogancia y la soberbia de su mentor José María Aznar , Rajoy suaviza las formas, no se inmuta ni ante las crecientes dificultades ni ante los graves incumplimientos de su programa electoral y piensa que dejar pasar el tiempo es una buena opción para resolver los problemas que afectan a la sociedad española. Ha cultivado este estilo tanto en las relaciones con la oposición como en el caso Bárcenas. Lo intentó también en la economía --los primeros presupuestos se retrasaron hasta las elecciones andaluzas--, pero la gravedad de la situación y los dictados inapelables de la Unión Europea le obligaron indudablemente a acelerar el paso.

Todo el mundo sabe que Mariano Rajoy no ganó las elecciones en el 2011, sino que las perdieron el Partido Socialista y José Luis Rodríguez Zapatero , como ha ocurrido en toda Europa desde el estallido de la crisis, salvo en Alemania. Rajoy se alzó con la mayoría absoluta con un programa que sabía que no podía aplicar porque, pese a las alusiones constantes a lo peor de la herencia recibida, la dirección del Partido Popular conocía las dimensiones del abismo, o al menos eso decía en la oposición. El resultado ha sido que, en lugar de bajar, el paro ha subido; que, en vez de reducir los impuestos, han aumentado, y que la situación de los españoles es peor ahora que hace dos años.

España ha evitado el rescate con mayúsculas, pero a base de ayudas millonarias a la banca, de recortes sociales inmisericordes y del empobrecimiento general, al que ha contribuido la reforma laboral, que ha inducido la caída de los salarios. Algunos índices han mejorado y España ha salido de la recesión, pero Bruselas acaba de enfriar por enésima vez el optimismo oficial.

La política económica ha ido acompañada de una regresión en los derechos sociales, hasta el punto de que la sanidad ha dejado de ser universal, la reforma educativa recupera la religión y la escuela autoritaria y se prepara una reforma de la ley del aborto que critica hasta el ala más liberal del PP. Esta marcha atrás se ha hecho sin consenso.