Durante los últimos días está de moda hablar bien del gobierno entrante. Muchos que practican esta actitud esperan favores, situarse en el universo que va a sustituir al que instaló José Luis Rodríguez Zapatero con mano de hierro. El mundo mediático de Zapatero se extingue. Están por conocerse nombramientos importantes de la nueva administración. Por ejemplo, el presidente de la Agencia Efe, el embajador en la Unesco, la presidencia de RadioTelevisión Española. Candidatos no faltan para tan golosos puestos.

Pero al margen de las adulaciones de rigor es cierto que hemos asistido a la transmutación de un presidente de Gobierno que como líder de la oposición fue correoso. Hay que tener memoria de la posición del PP con el proceso de negociación con la bande ETA, con la agitación de las víctimas del terrorismo o con su escasa disposición a colaborar en la salida de la crisis con el expresidente Zapatero. Ahora Mariano Rajoy no tiene contestación. También por sus nuevos modos y los de sus ministros. José Ignacio Wert ha tenido el coraje de situarse frente a la piratería de los contenidos y de las obras culturales de forma inteligente: perseguirá a los corsarios que asaltan la propiedad para lucrarse. Difícil no estar de acuerdo. El nuevo ministro de Economía, Luis de Guindos , ha empezado a hablar claro de una catástrofe que como se percibe ya ha asustado antes de formularse. Ana Pastor tiene acreditado suficientemente su talante y su talento.

Vendrán tiempos peores y florecerán las guadañas. Pero de momento el nuevo presidente del Gobierno se parece mucho a San Francisco de Asís . Y los lobos parecen corderos.