Catedrático de la Uex

A pocas gentes se les escapa que llevamos varios meses de convulsión. Sin pormenorizar en el ajetreado temario puesto ante nosotros por quienes conducen los destinos de la vida pública, es patente el rosario de despropósitos que se nos han servido por la diestra, conjuntamente con la puesta en escena de una inmensa pantalla reflectante, para evitar la penetración de tamaño desaguisado en las conciencias de cada cual.

Cuando se nos trata como masa, como meros componentes agregados, como individuos a los que se les dirigen mensajes aderezados con los dictados de la estadística, como clientes a los que se les ofrecen las supuestas ventajas de un mercado dominante (y dominado por ellos mismos). Cuando de manera pensada, reflexionada y preconcebida, se construyen los discursos con una clamorosa ausencia de principios, tanta como presencia de demagogia, el resultado siempre será negativo. Y lo será más allá de los poco o muchos réditos que produzca.

Decía el neurobiólogo Pasko Rakic: "por muchos ratones que haya en una biblioteca, nunca aprenderán a leer". Así parecen concebirnos algunos, como simples animales de laboratorio a los que se les conduce por una u otra senda, conscientes de un gregarismo basado en la perentoriedad de la propia existencia, frente a la riqueza de la reflexión, emanada de la condición humana, ejercida como tal, y por tanto con autoridad para aprender. Tras unos primeros años aderezados con sorpresas mediáticas y con ensalmos turbadores, hemos desembocados en un escenario, real como la vida misma, en el que todo vale con tal de prevalecer sobre las ideas de los demás, incluidos los radicales de la siniestra. Ya ni siquiera es necesario el canto de cisne asociado al centro de la sociedad. Muy al contrario, tal centro es mejor dejarlo para mejor ocasión, pues ahora toca el ardor guerrero y la supuesta grandeza de los atributos masculinos (con cinta métrica incluida).

Quienes así se conducen, quienes así quieren llevarnos hacia el futuro, tienen el ocaso servido más pronto que tarde. Más allá de los embaucamientos transitorios, el triunfo de las ideas y de los valores a ellas asociados, es imparable. Piénsese que a la postre hay un ejercicio individual, uno a uno, de muchos, que permite situar las cosas en cada momento histórico. Ante el sosiego de tales juicios no valen los dictados interesadamente deformados de la actualidad, eternamente devoradora de su propia presencia. Por el contrario, adquieren primacía las esencias. Felizmente, al mismo tiempo que se producen estos acontecimientos en nuestra vida pública más cercana, Jane Goodall recibe el premio Príncipe de Asturias a la investigación científica y técnica. La eminente etóloga, primera autoridad mundial en la investigación sobre los chimpancés, ha demostrado la existencia en ellos de emociones, ética y hasta moral de grupo. Valga al hilo de estas reflexiones unos comentarios suyos sobre el hombre "... con raciocinio está obligado a buscar otras maneras de solucionar sus problemas, sin violencia, para lograr un cambio positivo en el mundo". Hablando de estas cosas, hace unos días, un buen colega aficionado a la historia de las ciencias veterinarias, me decía que no hay eslabón perdido ente el hombre y los monos. La evolución se esconde dentro de nosotros mismos.