Las fotos de los empleados de Lehman Brothers abandonando la sede central del banco con sus pertenencias en cajas de cartón se han convertido en el icono de la recesión que afecta a buena parte de las economías del mundo. Aunque la crisis había empezado un año antes, el 15 de septiembre del 2008, cuando el cuarto banco de inversión de Estados Unidos se declaró en quiebra, pasará a la historia como el día en que comenzó todo. Lo que era una crisis financiera atravesó el Atlántico con rapidez y desde entonces ha cambiado varias veces de piel para ser bancaria, de deuda --con el rescate de Grecia en mayo del 2010 como detonante--, del euro, política y otra vez bancaria.

El primer efecto en la economía real, demasiado acostumbrada a trabajar con dinero prestado, barato y a corto plazo, fue la sequía del crédito, lo que contrajo inmediatamente la actividad empresarial y el comercio. Los rescates y nacionalizaciones de bancos tanto en Estados Unidos como en Europa evitaron que el desastre fuera a más y permitieron cierto reequilibrio, que en España se bautizó como brotes verdes. Pero la enorme deuda privada contaminó la pública, y de ahí a la inestabilidad del euro solo había un paso. Superada esa fase, la crisis vuelve a ser bancaria.

Los efectos más dolorosos de esta larga recesión en España se reflejan en el paro, que alcanza a seis millones de personas, la tercera parte de ellas con más de dos años sin un puesto de trabajo. Los impuestos han subido, las rentas de quienes conservan su empleo han perdido algo más del 15%, mientras que el patrimonio inmobiliario de las familias ha perdido casi un 40% de su valor desde el 2007. La disciplina presupuestaria impuesta desde la Unión Europea no solo obliga a detraer renta disponible con medidas como la subida del IVA, sino que conlleva un ahorro en el gasto público que empieza a dejarse notar incluso en las pensiones.

Cuando algunos síntomas parecen apuntar una luz al final de un largo túnel aún por atravesar, el país se ha empobrecido de forma ostensible. Una de las consecuencias de ese empobrecimiento es la mejora de la competitividad de las empresas, lo que favorece las exportaciones. Balanza exterior y turismo son los dos clavos ardiendo a los que se coge el Gobierno para tratar de convencer a la población de que los esfuerzos y las penurias tendrán su recompensa.