Por cuestiones de atención a un procedimiento judicial he tenido que estar pendiente de redes sociales. Redes sociales muy escoradas a grupos radicales, sobre los que se está cimentando una especie de verdad simulada acerca de la resistirse, en democracia, a cumplir las decisiones judiciales, porque en medio del juego, algunos han decidido romper las reglas. Parece que el trasfondo de todo ello, según esas mismas redes sociales, radicalizadas, está en el hecho de «desenmascarar la famosa transición que consagró el régimen monárquico-fascista». Para la inmensa mayoría, silenciosa o no, nuestro país está sentado en un Estado de Derecho, que es imperfecto, como la propia condición humana, pero como tal dudar de cumplir la legalidad vigente y jactarse de ello es, simplemente, un ejercicio de cinismo arbitrario, reprobable y rechazable por parte de los que sí asumimos las reglas de juego y no nos las saltamos, cuando no nos gustan, por mucho que se vocifere y amplifiquen los gritos.

Cuando una se asoma a esas webs en las que se difunden todo tipo de improperios se pregunta, entre muchas otras cosas, la ociosidad de las que las nutren y, el odio tan explícito hacia todos aquellos que pensamos diferentes, esto que resulta tan extraño porque una no concibe odio inopinado, y menos, un ejercicio de simetría política tan desvirtuado; especialmente, por los que dicen jugar a la fiel balanza de la democracia, la aceptación de la misma cuando me beneficia a mí.

Como jurista lamento oír los equívocos de confusión entre libertad de expresión y comisión de hechos delictivos, sobre un instrumento legal al que todos estamos sometidos. No me vale jugar al juego de las esquinas curvas y planas. Aquí en este circo mediático en el que se ha entrado estamos todos, y todos somos partes integrantes del mismo. Y no creo que sea muy de valorar imágenes de violencia y de generación de todo tipo de descalificaciones, sobre todos aquellos que despiertan el fanatismo de la territorialidad, como elemento de estigmatización.

Algunos de esos mensajes: «los acontecimientos represivos se suceden en pocas horas, y sólo a través de las redes sociales y mensajería se pueden anotar, seguir la escalada represiva y anunciar las convocatorias urgentes, etc. Ya vemos qué tipo de desinformación criminalizadora y chulesca se puede ver en las teles, las radios y los medios en manos de la banca y las empresas monopolistas….., «la legítima lucha del pueblo catalán está debilitando al Estado español; está desenmascarando la famosa ‘transición’ que consagró el régimen monárquico-fascista español».

Y de esto están muchas redes sociales, con gentes con tiempo de sobra, inundada de una actitud de tal totalitarismo que confunden términos tan sagrados en un país como constitución, jueces, fuerzas del orden público como una amalgama de instrumentos que denominan fascistas. Porque aquí de lo que se trata es de escuchar a todos. El trasfondo de estos discursos en las redes sociales, capitalizadas por los radicalismo, es el asentamiento de la no aceptación de nuestro devenir histórico, en el contexto de la transición; y la otra cuestión, el hecho de tapiar la opinión de unos frente al resto. Porque si este referéndum, que se le califica de libertad de expresión, -per se- pudiera ser, resulta fallido en el momento en el que clasifica e incapacita para votar, en el fondo y en la forma a los que han de opinar, que somos todos. Dejemos de maltratar a nuestro país, con la España mía, y como decía la canción hablemos de mi querida España nuestra.

No es fácil todo ello, si respetamos, como debemos, sentimientos profundos del ser de un territorio, más allá de los que opinamos que debiera ser la condición humana nuestra máxima aspiración. Pero con ser esto, por supuesto, respetable, lo que no puede ser es permanecer quietos ante la inapropiada conformación de no sujeción a la legislación vigente, y encima pensar que el resto de ciudadanos los signifiquemos como víctimas. Me gustaría apelar al aforismo de María Zambrano: «antes la historia la hacían solamente unos cuantos, y los demás la padecían. Ahora, por diversas causas, la historia la hacemos entre todos».