TCtuando Antonio Luna se encontró a su amigo Angelito López en el Carrefour aquel sábado, se llevó una alegría inmensa. Hacía más de diez años que no se veían. ¡Pero hombre Angelito, cuánto tiempo! Y Angelito le tuvo retenido en mitad del pasillo de los yogures --que es donde más frío hace-- durante más de una hora mientras le contaba con pelos y señales todo lo vivido desde el último día que se vieron. Antonio Luna descifró el interminable discurso de su amigo e hizo un breve resumen en su mente: se había casado, se había separado, se había vuelto a casar, se había vuelto a separar, tenía tres hijos de los dos matrimonios y ahora se encontraba muy solo y deprimido. Cuando Antonio se desprendió de él faltaba media hora para que cerraran y a duras penas consiguió hacer la mitad de la compra. El siguiente sábado a las ocho de la tarde Antonio Luna volvía a estar en el Carrefour haciendo la compra y volvía a encontrarse con su buen amigo Angelito López. Y Angelito López, alicaído y desesperanzado, volvió a disparar su soflama para desahogar sus desconsuelos con Antonio. De nuevo Antonio no pudo acarrear toda la lista de la compra, porque cuando se lo quitó de encima faltaba, como la otra vez, poco tiempo para el cierre. Ocurrió lo mismo el sábado siguiente: otra vez Angelito, otra vez su desahogo, el mismo tiempo perdido y la mitad de la compra sin entrar en el carro. Decidió Antonio empezar a hacer la compra los viernes para no volver a encontrarse a Angelito. Y así fue, Angelito pasó a la historia. Pero un viernes Antonio se encontró con Lorenzo Ruiz , un amigo de la mili al que no había vuelto a ver. Lorenzo se pegó a su sombra y comenzó a descoser retales memoriales de las andanzas de ambos como soldados, algo que Antonio rechazaba para sus adentros, porque en realidad para él la mili había supuesto un tiempo vivido poco gratificante. El caso es que después de reír a regañadientes durante más de una hora las graciosas y efusivas evocaciones de su compañero de cuartel, Antonio comprobó que había echado la tarde y la compra a perder. El siguiente viernes volvió a encontrarse con el soldado Ruiz y pudo comprobar que éste gozaba de todo un memorión: este sargento por aquí, este cabo por allá, esta novatada por el otro lado, esta guardia, este permiso, la hija del subteniente tal, las borracheras de soldado cual. Y de nuevo la compra perdida. Lo malo es que Antonio volvió a encontrarse con el soldado Ruiz el viernes siguiente; y el siguiente. Ahora se está planteando volver a hacer la compra los sábados por la tarde.

*Pintor