XLxa reforma intermedia de la PAC nos ha venido impuesta. No es la reforma que queremos. El desacoplamiento de las ayudas es la medida más discutida. Los agricultores somos reacios a los cambios porque nos crean incertidumbre. Y no se sabe cómo afectará el desacoplamiento a la economía de los agricultores y a los cultivos. Por ello pienso que, precavidamente, habría que descartar una desvinculación total al menos inicialmente y hacer los ajustes precisos entre el 2006 y el 2013.

Lo que sí es claro es que el desacoplamiento consolidará los desequilibrios entre agricultores de distintos territorios, pues las ayudas que recibirían se calcularán según la producción conseguida en los años de referencia, sin afrontar que el sistema puede hacer desaparecer las explotaciones familiares para favorecer a ese 5% de perceptores que reciben el 50% de las ayudas.

Frente a los defensores del desacoplamiento total de las ayudas como la panacea para hacer competitiva nuestra agricultura, rechazamos ser competitivos a costa de alcanzar los precios de países que abaratan la producción gracias a que no hay ni salario social ni obligaciones fiscales. Por otra parte, la adaptación de las producciones al mercado ya es una preocupación prioritaria de los agricultores, siempre inquietos por acertar con el cultivo e intranquilos por la tendencia del precio del producto. No en vano, el arroz se ha depreciado un 50%, el tabaco 40%, el tomate también cae de precio... mientras fertilizantes, abonos, carburantes o maquinaria suben y mientras la distancia entre los precios de origen y destino de los alimentos frescos sigue siendo desproporcionada. Son las consecuencias en favor de esa competitividad que se nos exige.

Finalmente, un desacoplamiento total probablemente promoverá el abandono de cultivos que han contado con ayudas y habrá un desplazamiento hacia otros más estables (tomate, porcino...), con el consiguiente perjuicio para los productores tradicionales que perderán su hueco en el mercado. Las consecuencias para el medio rural podrían resultar dramáticas si se acentúa la tendencia a emigrar por falta de perspectivas.

Es hora de acabar con la hipocresía y de poner medios para parar esa reconversión lenta y brutal a la que está siendo sometido el sector agrario: El campo pierde en un año 50.000 agricultores y no pasa nada ni se plantea un plan de reactivación que frene esta reconversión.

El desacoplamiento de las ayudas no solucionará ninguno de estos problemas. Pero habrá de pasar el tiempo para verificarlo... al andar se hace camino y al volver la vista atrás...

Los agricultores somos reacios a los cambios porque crean incertidumbre. Y no se sabe cómo afectará el desacoplamien- to a nuestra economía y a los cultivos. Por ello pienso que habría que descartar una desvinculación total