La violencia de género, que si fuera conceptuada como un crimen terrorista pondría patas arribas muchas conciencia, sigue siendo esa asignatura pendiente en nuestro país. Para estos Reyes Magos de 2019 me gustaría pedirles no un juguete, porque esto no es un juego, sino una realidad que se cumpla un deseo, que no es otro que erradicar la violencia de género como parte del escenario de nuestros días. Una violencia de género que se ha llevado por delante a hijos e hijas, en un contexto en unos casos de una violencia solapada o subsumida en la intimidad del hogar.

Por eso luchar contra la misma, y contra todos los comportamientos que la alientan y la minimizan debe ser también un compromiso de esta sociedad que no puede seguir soportando estas cifras anuales, como parte de la cotidianidad de nuestro país. La violencia de género no puede ser algo excusable, ni mucho menos minimizable. La sociedad que crece en la violencia soportada por tantas mujeres no puede ser sana ni recomendable. Nacer y crecer en un hogar con violencia no es asumible por una sociedad que reafirma el valor de la niñez y los derechos del niño como esperanza de futuro.

Siempre se ha manifestado que antaño esta violencia en el seno del hogar era parte de unas costumbres, arraigadas en una sociedad machista y en un concepto de propiedad de la mujer. Y que aquellos tiempos ya pasaron y que la sociedad de nuestro país ha cambiado. Sin duda que ha cambiado y que, en general, la sociedad reprueba este tipo de asesinatos. Lo que me gustaría, no obstante, es reflexionar sobre la capacidad de esta sociedad para luchar con eficacia contra estos crímenes. Porque no pueden servir como espoleantes de controversias jurídicas, ni pueden ser minimizados como si formara parte de la crueldad de la sociedad moderna, que se admite, en la medida que admitimos casi a diario miles de secuencias y fotografías sobre conflictos y enfrentamientos armados en el mundo, bajo el estigma de sociedades crueles, unas referenciadas sobre las otras.

Cuando en realidad esto de la violencia está presente más allá de lo que puede ser permitido, de ahí que frivolizar y no ir a por todas en esta lucha es dejar pasar el escenario de este crimen terrorista, porque detrás del mismo sólo existen individuos y no colectividades.

Pero esta violencia que nos sacude es tan atroz que está dejando huellas en pequeños y pequeñas y sembrando de violencia a muchos hogares, bajo el espejismo de un hecho puntual, que no acaba de remontar en las encuestas, a pesar de todo. Y es por lo que se hace tan necesario no bajar el listón respecto a todas y cada una de las medidas que se puedan tomar para erradicar o minimizar esta lacra, que nos avergüenza y nos preocupa a gran parte de la sociedad actual.

No se puede ser pasivo ante esta tragedia, y mucho menos frivolizar y atender a criterios de ideologías cuando lo que subyace en todo ello es la violencia más atroz y negra de una sociedad, que puede servir de coartada bajo la intimidad del hogar a sus víctimas. Y en especial al arrastre que conlleva respecto a tantos y tantos huérfanos en este escenario de violencia tan perversa, como intimista. No es un tema de puertas adentros, ya hace años que esta sociedad decidió dar el paso para que desde fuera se diera un portazo a la puerta y dar la mano a una víctima, que en tiempo asumía bajo el silencio atronador el maltrato, hasta el fallecimiento a manos del asesino presto.