Escribir sobre la Reina es un deleite, pues tiene tales prendas que nunca recibió ni una leve crítica, ni siquiera ahora en tiempos no boyantes para la Monarquía. Pero ella siempre está como soporte y fiel compañera del Rey. Por eso recibe grandes aplausos de la gente, que ensalza su equilibrio, serenidad y distinción. Y su modestia: "Yo soy la mujer que está al lado del Rey", le dijo, en el libro, "La Reina", de Pilar Urbano . Quien matiza: "el ejercicio de la realeza no estriba sólo en ser: sino también en saber estar, hilar, parir y cuidar la casa". Nunca le faltó la sonrisa de gran dama, y a la naturalidad, de rancia estirpe borbónica, de Juan Carlos , aportó su exquisita prudencia, pues piensa mucho las cosas. Fría por fuera y pasional por dentro, se ha dicho, jamás invadió atribuciones de su real esposo.

Fue princesa griega, convertida ahora en la gran española que es hoy. Amante de la música, desde su infancia, en el palacio de Tatoi, ya le fascinaban los Nocturnos de Chopin , empezando pronto a interesarle las bellas artes, la filosofía, los problemas de droga y del III Mundo, y a rechazar la violencia. Y como siempre tiene algo quehacer, no le faltan inquietudes y aficiones. Su contención expresiva no ha diluido su temple y coraje, visualizándose en ella una especie de estoicismo que, quizás, le venga de su padre, el rey Pablo , quien quiso, al cumplir los 13 años, que ingresara en el internado de la germana ciudad de Salem. Aquí esculpió su carácter, energía y sentido servicial; por algo hizo estudios de enfermería y puericultura, durante tres años, en Mitera. Muy orgullosa se sintió con el triunfo de su hermano Constantino, ganador de una medalla en los Juegos Olímpicos de 1960. Eran días felices en que conoció, a bordo del barco 'Agamenón', al entonces Infante 'Juanito', luego su marido; como mucho disfrutó en los tiempos dorados en que crecían sus tres hijos, de los que sigue siendo una "madraza".

Todo sucedía así sin el affaire Urdangarin , las especulaciones sobre abdicaciones reales y espejismos republicanos, cacerías de elefantes y señoras intrigantes de por medio. Mas Sofía de Grecia seguirá afanosa "tejiendo y anudando, por la cara de atrás, el tapiz de la Historia de España". Pilar Eyre la definió en su libro, "La soledad de la Reina": una mujer de alma blanca, a la que no se le puede hallar ningún desliz, impecable en su papel, pero "no feliz en su vida privada".