WEwn un discurso electoral ante los veteranos de guerra, el presidente estadounidense, George Bush , anunció un recorte sustancial (150.000 militares y civiles) de las tropas del Ejército de Estados Unidos desplegadas en el extranjero, el mayor cambio en el dispositivo de la guerra fría aún en vigor 15 años después de la caída del muro de Berlín. Los dos países más afectados serán Alemania y Corea del Sur, donde la guerra fría alcanzó el paroxismo por el enfrentamiento con la URSS y China por el control de Europa y Asia.

Según Bush, el reajuste pretende lograr un Ejército "más ágil y flexible", capaz de afrontar "las nuevas amenazas" del siglo XXI, el combate global contra el terrorismo.

El plan carece de precisión y no ofrece ninguna novedad sobre las fantasías tecnocráticas promovidas por el Pentágono desde 1991 y ensayadas en Irak con un Ejército más técnico y menos numeroso. Razones estratégicas --la lucha antiterrorista--, logísticas y tecnológicas aconsejan la mudanza, pero los expertos discuten sobre la oportunidad del anuncio, así en Corea como en la OTAN, y discrepan del unilateralismo de esta decisión de Bush, que también es el corolario indeseado de la intervención en Irak y de los errores acumulados.