Tras un largo tiempo de desarrollo, acompañado de una mediática expectación, Facebook desvelaba esta semana como será su proyecto de entrada en el sector financiero. No por ser un secreto a voces la intención del gigante tecnológico, había disminuido el interés en comprobar cuál sería la fórmula elegida para el salto al sector financiero. El camino que marcase una compañía como la que dirige Zuckerbeg podía no sólo dar pistas sobre el futuro de los medios de pago, sino ser una auténtica creadora de mercado. Ya tenemos fumata blanca: «Libra», una criptomoneda.

Una pequeña aclaración: una criptomoneda es una moneda virtual que permita realizar transacciones comerciales y, en general, todo tipo de pagos. No está regulada por ningún organismo público (no tiene un banco central como rector) y su base es tecnológica (blockchain), que permite traspasar grandes cantidades de información de forma encriptada. Lo que asegura su seguridad y privacidad, ya que verifica cada operación mediante un registro digital continuado.

La más conocida es Bitcoin, aunque existen más de 7.000 criptomonedas operativas hoy día. Bitcoin nace de una iniciativa privada, alejada del control monetario público. Algo que la hacía especialmente atractiva en su génesis, en medio de la gran crisis del sistema financiero que provocó una sacudida de confianza sobre los que se suponían sus pilares sólidos: bancos y reguladores. Lo cierto es que ninguna criptomoneda ha conseguido romper la barrera de su «virtualidad» y resolver las tres principales interrogantes que sobre ellas existen: su conversión al uso del día a día, la estabilidad en su valor y la falta de transparencia y seguridad sobre los datos de origen y destino.

En apariencia, Libra responde y solventa las dudas generadas por las criptomonedas. Sobre la universalidad de su uso, Facebook ha decidido apoyarse en sus «socios» fundadores. Entre ellos están Visa, Mastercard o PayPal. Lo cual asegura contar con algunas de las principales plataformas intermediarias de pago (bancarios o no) a nivel mundial. También con Uber, Spotify o Vodafone. Todas amplifican la potencia de servicios en los que garantizar la usabilidad de la divisa virtual.

Libra se autodefine como una «stablecoin» o moneda virtual estable. Para evitar las fluctuaciones de valor que han sufrido otras criptomonedas (en la práctica, se han acercado más a activos especulativos que a verdaderas divisas) estará respaldada por una reserva monetaria (divisas «reales») y de activos.

Sólo falta el enorme poder de convocatoria global de una compañía como Facebook como más de 2.200 millones de usuarios en sus tres aplicaciones más conocidas (la propia Facebook, WhatsApp e Instagram) y el acceso a prácticamente cualquier dispositivo móvil para garantizar que, al menos, llegada a potenciales usuarios no va a faltar. Sin dejar de contar con la simplificación de procesos que la integración de datos con la que cuentan los de Palo Alto puede ofrecer.

¿Dónde puede surgir la resistencia a Libra? En un primer vistazo, podríamos pensar que las (irresueltos) denuncias sobre el uso de datos privados y vulneración privacidad que aún sufre Facebook podrían alejar a los potenciales usuarios. Pero ni los resultados ni el número de usuarios activos han descendido desde los escándalos del año pasado.

La verdadera resistencia podría estar en la reacción de los poderes públicos, cuyas respuestas han oscilado entre el tímido descreimiento a la severidad con la que muchos reguladores observan las «cripto». Quizás Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra (y de la libra esterlina, no crean demasiado en la causalidad), ha sido el más elocuente al afirmar que tendrán la mente pero no todas las puertas abiertas, ya que el tamaño de la nueva moneda virtual puede convertirla en «instantáneamente sistémica». Y eso requerirá que el regulador vigile de cerca cualquier efecto de la puesta en marcha.

Quizá la mayor resistencia sea que Libra miente sobre lo que realmente es. Lo que Facebook propone, en su diseño actual, es poco más que un nuevo medio de pago. Un acceso más amplio y simplificado, pero eso es una mejora no una nueva tecnología. La puerta a más servicios (préstamos, contratos de servicios), pero, curiosamente, sin contar con ninguna estructura bancaria ni ningún socio entre los proveedores de capital. ¿Mucho ruido para tan escasas nueces?

*Abogado. Especialista en finanzas.