El subsidio y todo es conjunto de ayudas que se ofertan desde las administraciones públicas debe estar en un continuo proceso de análisis. Las ayudas, todo tipo de medidas que pretendan evitar la exclusión social conforman una necesaria política del Estado Social y Democrático de Derecho. Pero, al mismo tiempo, hay que poner en marcha mecanismo que activen sacar a la mayor parte de esas personas de la burbuja del subsidio. La semana pasada hablaba con una persona que vive hace un año y medio en Madrid en los denominados albergues y comedores de la mal llamada caridad, y me decía que uno se podía acostumbrar a vivir así eternamente y que convendría, desde esas instituciones, poner en marcha actuaciones para su reincorporación al mercado laboral. Y, efectivamente, me reconocía que es factible acomodarse al círculo vicioso de la ayuda asistencial, más allá del objetivo de la misma, que es actuar en un tiempo determinado bajo unas duras circunstancias.

Si analizamos los datos efectivamente nos encontramos con políticas púbicas de la subvención pero que siempre imperdurables, que no tienen capacidad de generar el efecto reversión de sus beneficiarios, esto es, se muestran incapaces de proporcionales instrumentos para salir de la situación de beneficiencia. Porque una cosa es una ayuda económica ante una falta de empleo y otra es acomodarse a vivir de lo público, de las ayudas. Y lo que es peor en muchos casos, que en Extremadura se da, esa ayuda es recibida por el padre, la madre y los hijos, acomodándose a un status que les impide incorporarse a un mercado laboral, y adaptarse a lo que ahora es una realidad:la renovación de un mercado que nos ha cogido a todos con el pie cambiado.

XLA REFLEXIONx, desde mi punto de vista, sería llevar a cabo una profunda renovación de estos sistemas de ayuda, y hoy con más razón, para que las administraciones públicas y las entidades que colaboran en estas iniciativas pongan en marcha mecanismos de análisis de esta realidad que existe y que luchen contra el circulo vicioso que está impidiendo que muchos ciudadanos de este país salgan de la asistencia financiera pública, para ser activos en el mercado. Este debe ser el gran reto y la verdadera transformación de la sociedad. Hay que revertir esta política del permanente subsidio, especialmente en determinadas comunidades autónomas, pues sin llevar aparejadas medidas activas de empleo están poniendo en evidencia una sociedad amortiguada y casi acomodada, inactiva a cualquier predisposición del mercado laboral.

No hay que equivocarse respecto a esos destinatarios, pues no es lo mismo una persona casi al final de su vida laboral, que un joven cuya capacidad de reacción y de formación es infinitamente mayor. Hay que romper esa catálogo de prestaciones que son económicamente inoperantes para dar paso a medidas que ofrezcan nichos laborales, para mostrase, de esta manera, contrarios a esa espiral del auxilio económico. Se trata de trasladar el concepto del gasto al concepto de inversión, pues de lo contrario todo esta situación se enquistará, porque demostrado está que el individuo es un hombre de costumbre y a todo uno se puede acostumbrar, aunque sea para algunos a subsistir.

La queja que algunos mostramos a ese sometimiento pasivo del dinero de las administraciones públicas, fruto de los impuestos de todos los ciudadanos, puede y debe tener nombres y apellidos y eso está bien; pero sobre todo, debe tener la virtualidad de generar riqueza y aportar soluciones a situaciones de crisis estacionales, pero que no deben convertirse en permanentes y que están provocando en sociedades como la nuestra una situación de recesión y de retraimiento para incorporarse y reincorporarse al mercado laboral, que está en continuo cambio, muy especialmente en la economía globalizada, como la actual.

En la que la competencia se divide entre un mercado internacional, al que hay que llegar, y un mercado interno en el que se incorporan empresas de países cuyas condiciones laborales y de calidad difieren del mercado europeo, incapaz de competir en precios, aunque siempre queda el consuelo de la calidad.