La debilidad manifiesta de nuestro sistema educativo justifica sobradamente el examen que debieron pasar ayer los niños de dos autonomías (Cataluña y Madrid) que cursan el último año de enseñanza primaria. En Extremadura, habrá la próxima semana una prueba similar aunque de menor alcance, puesto que se circunscribirá a evaluar los conocimientos en Lengua y Matemáticas. En cualquier caso las pruebas de ayer en los colegios catalanes y madrileños y las próximas en los extremeños persiguen un objetivo: conocer de antemano cuáles son las carencias de los alumnos. El que la prueba no compute en el currículo académico de los examinados le quita dramatismo y hace más verosímiles los resultados, un aspecto que refuerza el hecho de que quienes corrigen son maestros diferentes a los de cada centro --evaluación exterior--, lo cual excluye en principio toda sombra de favoritismo en la puntuación.

Más discutible es la decisión de la Comunidad de Madrid de divulgar las notas de cada colegio porque, como ha dicho el Defensor del Pueblo, no tiene justificación pedagógica y puede dar pie a una insana competencia entre centros y aun entre niños.Poner otras pegas a la prueba no tiene mucho sentido. Basta con rememorar los bajos índices de solvencia de nuestro sistema educativo y la alarma de los especialistas ante las lagunas que presenta la educación de nuestros jóvenes para llegar a la conclusión de que toda medida correctora ha de ser bienvenida.